Protagonizó activa labor
durante
la huelga del Colegio
Independencia
de Arequipa, hace 72 años
Choque de estudiantes
y policías
originó la gran
rebelión de 1950
Por Luis Eduardo Podestá
Leí en el suplemento
Domingo de La República, la interesante entrevista que el periodista Emillio
Camacho le hace a la escritora Katya Adaui y que titula “Katya Adaui: La
muerte de los padres te da una idea de tu propia mortalidad”, que sirvió
para enterarme de la muerte de su padre, Alberto Adaui Jahuandi, mi excondiscípulo
del glorioso Colegio Nacional de la Independencia Americana, y con quien
compartimos parte de los dramáticos momentos que vivimos en junio de 1950.
Ese mes y año, los días
12, 13 ,14 y 15 de lo que escribo en mi libro “Cuatro días de junio”, Alberto
Adaui, a quien apodábamos el “turco” cursaba como yo, el cuarto año de
secundaria. Él estaba en la Sección A, destinada a estudiantes de mayor
estatura y yo en la Sección B.
Camacho le pregunta a Katya en un pasaje de la entrevista: ¿Por qué dices que siempre supiste de que iban a morir tus padres?
Y Katya, con toda sinceridad y sencillez le responde: “Porque fumaban muchísimo, sin pausa, todo el día, en el baño, en la ducha, lavando los platos. O sea, no paraban de fumar. Entonces, claro que sabía que iban a morir de cáncer, no reconocerlo era negación, porque solo se puede morir de cuatro cosas, accidente, enfermedad, suicidio y asesinato”.
En otro pasaje de la entrevista, Camacho pregunta: “¿Tu padre nació en Belén?”.
Y Katya responde: “No, nació en Arequipa. Pero toda mi familia por el lado paterno es de Belén, de migración palestina”.
El “Turco” del Cuarto A
Por eso le decíamos el “turco” en el colegio. Porque a todos los que llegaban del oriente Medio y sus alrededores, les decíamos “turcos”, aunque no lo fueran.
En la Arequipa de la
mitad del siglo XX, por otra parte, había un Club Palestino que agrupaba a casi
todos los comerciantes provenientes de aquellas regiones y ocupaba una enorme
casa en la avenida Siglo XX, a media cuadra del hospital Goyeneche.
En el libro Cuatro días de junio, relato cómo conocí a Adaui. Refiero que “alrededor del mediodía (del 12 de junio de 1950, unas cuatro horas después del estallido de la huelga) nos reunimos en la sala de profesores”.
“Se encontraban presentes quienes habíamos iniciado el movimiento y se acreditaban delegados de todos los años, excepto del quinto. Se presentaron también, elegidos por su sección, Alberto Adaui, apodado el Turco y Felipe Álvarez, quien llamábamos Cholo, ambos del Cuarto A. Adaui dijo que había necesidad de formar un comité de huelga. Albero Apaza le respondió que ya existía uno que Podestá presidía”.
Una búsqueda frustrada
“Mi búsqueda de mis antiguos camaradas de aula, entre ellos Adaui, de quien alguien dijo que se graduó de médico años más tarde, y se instaló en Estados Unidos donde, según la misma versión, murió a la edad de 52 años, a causa de un ataque al corazón, tuvo relativo éxito”.
“Una indagación que hice en 1998 ante probables familiares suyos en Arequipa, entre ellos, la periodista Jessy Adaui, no obtuvo ninguna confirmación”.
“El año 2001, cuando se cumplieron las bodas de oro de la promoción de 1951, Felipe Álvarez concurrió a la ceremonia organizada con ese motivo acompañado por uno de sus hijos y me dio la versión real. Adaui no había sido médico ni había muerto como se pudo comprobar”.
“Álvarez traía una enorme placa de bronce de un metro cincuenta de alto (…) que se instaló en el vestíbulo del pabellón central del colegio”. “Con mucha pena no pude asistir a esa ceremonia, pero recibí una llamada del Cholo, quien me dijo con toda energía que le extrañaba mucho mi ausencia (…)”.
El dato de “Cholo” Álvarez
“Pero en esos momentos solo habían pasado seis meses de iniciar mi trabajo como consultor de Imagen y Prensa de la Oficina de Control de la Magistratura del Poder Judicial (OCMA) y me parecía demasiado temprano para pedir permiso y ausentarme un par de días, cuando tenía muchísimas tareas que cumplir”.
“Fue Felipe Álvarez, de quien yo no sabía que había pertenecido al ejército norteamericano, el que me dio la dirección de Alberto Adaui. Fui a buscarlo a una calle del distrito de La Victoria de Lima (paralela a la avenida México), para llevarle unas revistas que había editado y donde aparecían informes sobre la huelga del 50 pero no lo encontré”.
“Pregunté a una persona quien me dijo:
“-El profesor no debe
estar.
“-¿En qué momento
podría encontrarlo?
“-No puedo decirle. No
se deja ver mucho.
“Metí tres o cuatro revistas por debajo de la puerta de hierro de lo que era, según me dijeron, su departamento, a la derecha de una escalera de concreto. Le dejé una nota: Hermano Adaui, te dejo unas revistas. Llámame al teléfono tal para encontrarnos y revivir viejos tiempos. Un abrazo”.
“Nunca llamó. Y posteriores indagaciones me informaron que había sido profesor de inglés en varios colegios, hasta que se jubiló”.
Reviviendo el recuerdo
Por la entrevista publicada en en el suplemento Domingo del diario La República el 7 de este mes, me enteré de que Adaui, padre de la exitosa escritora Katya Adaui y mi antiguo excondiscípulo había fallecido.
Gracias a una posterior
conversación telefónica con Emilio Camacho, supe, además, que el deceso de
Adaui se habría producido “hace unos ocho años”, es decir, en 2014, 64 años
después de aquellos días en que el destino nos unió durante la huelga
estudiantil del colegio Independencia.
Recuerdo a Adaui en varias situaciones vividas en aquellos días. Primero que, para unir esfuerzos, pedí a los delegados reunidos en la sala de profesores, que el Turco y el Cholo Álvarez, ambos del Cuarto A, recibieran encargos dirigenciales en el comité de huelga.
Así, Adaui quedó encargado de las relaciones con el exterior, a fin de que tratara de hablar con algunos profesores para conseguir su apoyo y obtener una solución lo más pronto posible, Álvarez se ocuparía de coordinaciones internas y yo de actividades orientadas a que no faltara nada a quienes se permaneciera en el interior del colegio el tiempo que fuera necesario.
El martes 13, al mediodía, recibimos la visita del prefecto de Arequipa, coronel Daniel Meza Cuadra, y Adaui se encargó de exponer los motivos de la huelga y concluyó pidiendo a la primera autoridad del departamento una reunión con los directivos del plantel para llegar a una solución.
Las amenazas del prefecto
Pero, como lo refiero en mi libro, el prefecto solo se limitó a ordenarnos el abandono del colegio, bajo la amenaza de desalojarnos por la fuerza,
En uno de los pasajes de sus amenazas, dijo: “¡Cuántos son ustedes, mil, ochocientos? Pues yo les pongo dos mil soldados que los sacan a cada uno de la mano y se lo entregan a sus padres”.
Prosiguió que no podríamos enfrentarnos a los soldados, que ya desde temprano habían tomado posiciones en las chacras vecinas al muro posterior del colegio: “Los soldados están formados para matar”, dijo en otro pasaje de sus amenazas, “no son como los policías con los que se han enfrentado esta mañana”.
Se refería a un choque
con policías a caballo que protagonizaron horas antes, grupos de estudiantes
que regresaban al plantel, luego de haber pasado la noche en sus hogares y se
enfrentaron a una unidad de la policía a caballo.
Los estudiantes pusieron en fuga a los caballos con el escandaloso sonido de latas y una arremetida a pedradas.
“Las armas hablarán”
Finalmente, el prefecto dio un plazo de de dos horas, “hasta las dos de la tarde” para que dejáramos el colegio, de lo contrario, “las armas hablarán”, dijo al retirarse.
Posteriormente, este plazo sería extendido hasta las tres por el mismo prefecto, a quien Luis Zazarini, quien custodiaba la reja del pabellón central le dijo que los estudiantes habían decidido continuar la huelga y no abandonarían el colegio.
Fue también Adaui quien, luego de la fracasada reunión con el prefecto, expuso ante unos ochocientos estudiantes agolpados frente al pabellón central, los pormenores de la entrevista y luego reclamó su opinión para abandonar el colegio o quedarse.
Informó que el comité de huelga, integrado por delegados de todos los años, ante las amenazas del prefecto que no había aportado ninguna posibilidad de solución, había decidido mantener la huelga y no dejar el colegio.
Cuando preguntó elevando la voz si querían mantenerse en el colegio, le respondieron con un ¡Sí! estruendoso.
A las tres de la tarde, comenzaron a disparar las ametralladoras de los soldados parapetados detrás del colegio, y fuerzas policiales atacaron por el pabellón norte y el pabellón sur, en un intento de tomar el colegio por la fuerza.
Heridos de bala
Fracasaron. Y cuarenticinco minutos más tarde sus acciones cesaron, con heridos de ambos lados. Las autoridades dijeron que los soldados dispararon al aire, pero hubo heridos de bala.
Luego de la refriega
quedaron 16 estudiantes heridos, seis de ellos de bala, y también 16 policías
heridos víctimas de contusiones y fracturas. Horas más tarde los dos grupos
fueron atendidos en el hospital Goyeneche.
Cuando dos semanas más tarde se iniciaron las conversaciones, entre delegados de alto nivel del ministerio de Educación, Adaui llevó adelante la representación de los estudiantes y defendió la posición estrictamente estudiantil del pliego de reclamos, algo que muchos años después fue corroborado documentadamente por el historiador Eusebio Quiroz Paz Soldán.
A pesar de mi búsqueda, no pude ubicar nunca a Alberto Adaui Jaguandi y ahora, luego de leer la entrevista que Emilio Camacho hizo a Katya Adaui, revivió el recuerdo mezclado con la frustración de no haberlo tenido para el abrazo que ya no será posible sino en el fondo del corazón de quienes lo conocimos.
(Imágenes de archivo del
autor y www.podestaprensa,com)
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