Ocho trabajadores que hicieron
realidad
el diario Correo de
Arequipa
reciben medalla de oro
No
todos los días se funda un diario y menos aún fuera de la capital del país, con
todos los adelantos de una época que hoy ha quedado atrás y que conmueve al
evocarlos hoy, un tiempo como el 2018 del siglo XXI, tan veloz y tan lleno de
tecnologías.
Fundadores de Correo de Arequipa |
Al
evocarse los 55 años de la salida del primen ejemplar del diario Correo deArequipa, directivos de Empresa Periodística Nacional S.A. (Epensa) recordaron
aquel 28 de enero de 1953 en que el tabloide del logotipo rojo saliera a la
calle.
En recuerdo
de aquel momento de la historia del periodismo de la Ciudad Blanca, fueron
distinguidos con diploma y medalla de oro de la Municipalidad Provincial de
Arequipa, los periodistas Luis Eduardo Podestá Núñez, Carlos Zúñiga Alemán, Juan
Salas Ocharan, Darío Pariente Guzmán, Jorge Esquivel Góngora, y los
trabajadores José Álvarez, Alipio Guzmán Canazas y Germán Paredes Bejarano, el
último de los cuales estuvo ausente.
También
recibieron la distinción Estenio Zúñiga del Carpio, Noé Carpio Toranzo, Alfredo
Barbachán Espinoza, Henry Guillén, y Ronald Torres.
La
editora general, Mónica Cáceres, ofreció el saludo de bienvenida a los
invitados, la editora Nery Alemán Puma dio la lectura a una reseña histórica
del diario, y el director de Correo de la macrorregión sur Héctor Mayhuire
Rodríguez cerró la ceremonia con un discurso por el aniversario.
Un genio entre nosotros
Raúl Villarán
Pasquel, considerado genio del periodismo por haber creado periódicos exitosos
como Última Hora, Expreso, la cadena de Correo y, más adelante Ojo, estuvo
presente en los días previos al lanzamiento de Correo, cuando dirigió numerosas
ediciones cero en la primera sede del diario mistiano en la calle La Merced 535.
Raúl Villarán, el "rey de los tabloides" |
Para
aquel acontecimiento, hubo gran despliegue de personal. Llegó a Arequipa el
estado mayor de la cadena junto a Villarán.
Formaban
parte de ese equipo el destacado experiodista de La Prensa, José González
Málaga, nombrado director del nuevo diario, el editorialista Mario Castro
Arenas y Guillermo Thorndike, para reforzar el área informativa y editorial, y
varios especialistas para talleres, circulación, administración y publicidad.
Villarán
se propuso darle a Arequipa un diario ágil, un tanto alejado de la seriedad de
El Pueblo y de los periódicos que llegaban de Lima.
Debía
privilegiar y así nos lo dijo a Jorge Hani Legunda, jefe de redacción y a mí,
jefe de informaciones, lo interesante sobre lo importante, textos cortos, mucha
información gráfica y lenguaje sencillo, que estuviera al alcance de todas las
inteligencias.
Hani y
yo abogábamos por un tratamiento localista de las informaciones, porque
conocíamos el carácter del lector arequipeño.
José González Málaga, el primer director |
Pero
Villarán afirmaba que “el lector de Arequipa no es distinto a los del resto del
mundo”.
¡Y llegó
el día! El 28 de enero de 1963 se tiraron 25 mil ejemplares que varias
camionetas distribuyeron gratuitamente al público en los lugares de mayor
concentración de gente.
Sin embargo,
no se alcanzó el éxito que se esperaba y hubo gran desconsuelo entre la familia
del hijo recién nacido, tanto los jefes de Lima como los periodistas de
Arequipa.
El cuarto
día, después de una siesta en la dirección del periódico, Villarán nos llamó a
Hani y a mí.
-¡Ahí
les dejo su periódico! Hagan lo que quieran con él. Yo regreso a Lima.
Los
demás jefes regresaron a la central de la cadena en Lima uno tras otro.
El que
más duró fue Guillermo Thorndike a quien le dimos un almuerzo de despedida en
un restaurante camino del aeropuerto.
Por qué
ocurrió en Arequipa lo que no pasó en Tacna, Huancayo ni Piura, donde las
ediciones tuvieron éxito económico por su alta circulación, es un misterio que
pocos se animaron a investigar.
Pero el desafío estaba lanzado
Correo
inició una era de progreso en el periodismo escrito. Recuerdo que en mi
anterior periódico, El Pueblo, se contrataba un fotógrafo para que cubriera
determinadas misiones y que no existía taller de fotograbado.
Benito Guzmán (centro), con diploma periodístico |
El fotograbador, señor Roberto Arismendi, también solicitado las veces que se le necesitaba, usaba un primus -cocina a querosene, para quienes no
lo sepan- y la luz del sol para hacer los clichés que se utilizarían en la
próxima edición.
Correo
trajo un taller de fotograbado, dirigido por Ángel Colombo, a quien apodamos
desde el primer día, el “chueco”, porque lo era.
También
teníamos un taller de fotografía, con dos reporteros gráficos, que aprendieron
las artes del revelado de películas y la impresión de las imágenes en papel,
Benito Guzmán Canazas, ya desaparecido, y Jorge Esquivel, “Esquivelito”.
La ruidosa Covadonga
Los
ruidosos talleres donde reinaba la rotativa apodada “la Covadonga” no sé por
qué razón, eran gobernados por José Montoya Romero, “Pihuicho”, regente o jefe
de talleres y cuyo apodo nunca supe cómo se originó porque como ustedes sabrán,
el pihuicho es un pequeño lorito de la selva de hermoso plumaje.
A su
lado trabajaban el “Gato” José Álvarez, a quien tuve el gusto de abrazar hace
un par de años, en su casa de Mariano Melgar y en la ceremonia del viernes 26
de enero, hace poquísimos días.
"Elena.. no" Juan Salas, tercero de la izquierda, fundador |
Como
máquinas auxiliares estaban los linotipos, enormes armatostes de más de dos
metros de alto y por lo menos uno de ancho, donde se elaboraban los lingotes de
plomo, provenientes de un crisol donde el plomo hervía a no sé cuántos grados
centígrados de calor.
De allí
salían los mencionados lingotes que es, como si dijéramos en lenguaje de hoy,
los renglones de texto, en plomo que quemaba los dedos si alguien se atrevía a
tocarlos a mano desnuda.
Una
hermana de los linotipos era la Ludlow, que también trabajaba con plomo
hirviente pero de donde salían las grandes letras de los titulares. A quienes
trabajaban en estas tituladoras los llamaban los ludistas, una especialidad de
los viejos talleres tipográficos.
Quien mal anda…
El jefe
de esa sección era un limeño a quien llamaré Arévalo, porque su nombre se me
escapó de la memoria. Era una magnífica persona, afable y siempre dispuesta a
la broma, a quien sus compañeros del taller anunciaban un mal fin porque como
tenía una pierna de palo, decían, “quien mal anda mal acaba”.
En la
bulliciosa redacción nos alojábamos unos diez redactores de la primera etapa.
Hani, primer jefe de redacción |
A Jorge
Hani, el jefe de redacción, le decíamos “el chascoso” porque, ustedes ya lo
saben, no parecía usar peine.
Uno de
los redactores de locales que casi nunca estaba a la hora de ver el cuadro de
comisiones era Carlos Meneses Cornejo, a quien nosotros no le pusimos la chapa
de “el inglés”, sino el propio Raúl Villarán.
Ocurre
que deseamos tenerlo con nosotros por su calidad de redactor, pero él trabajaba
en La Comercial desde hacía varios años y aceptamos sus condiciones.
Se
presentaba a veces al mediodía, a veces por las tardes, con su material,
impecable. No había necesidad de corregirlo o voltearlo.
Una
noche Villarán salía de la dirección y lo vio conversando con Jorge Hani en la
redacción. Me llamó y me preguntó “¿quién ese inglés?”. Al “inglés”, que vestía
un gabán beige y una gorra típicamente británica, probablemente para hacer
frente al frío de la noche, solo le faltaba una pipa para parecerse a Sherlock
Holmes.
Le
expliqué a Villarán de quién se trataba y quedó satisfecho y Carlos Meneses se
quedó como “el inglés” de nuestra redacción.
La primera familia
Trajimos
de El Pueblo a Juan Salas Ocharan, “Elena… no”, a quien alguno de los llegados
de Lima bautizó como “volkswagen con bocina de tractor”, debido a su profunda
voz.
En
policiales debo recordar a Gustavo Salas Morales, “el chicle”, apodado así por
sus contactos en los clubes exclusivos, donde se originaba buen material periodístico.
Salas
Morales dirigió durante varios años el diario Correo de Tacna y murió de un
tumor cerebral a finales de la década de los 60s.
El
“chino” Edilberto Guzmán, de locales, estudiante de derecho, nos arrancaba
sonrisas porque comenzaba casi todas sus notas como si se tratara de un texto
judicial: “Considerando que… etc.”.
Darío
Pariente, redactor de locales, a quien encontraba por el centro de la ciudad,
cada vez que estaba en Arequipa y con quien tuvimos el viernes 27 una evocadora
conversación sobre el viejo Correo.
En la
jefatura de deportes, desde los meses en que hacíamos ediciones cero, actuaba
Carlos Zúñiga Alemán, quien tuvo como virtual jefe temporal a Francisco Landa,
traído de Lima para reforzar esa sección.
Guillermo Thorndike, del equipo limeño |
Más
tarde, se sumaría a la sección deportes, Alejandro Avendaño, a quien sin serlo
llamaban el “tuerto”, quien hacía bromas sobre su condición de bizco, tenía una
chica que se llamaba Iris y un día pidió permiso para ir a Lima con el fin,
dijo, de que le "alinearan las luces”.
Yo no
me libré del bravo ingenio de mis colegas. Me decían “el ogro”, no sé por qué.
Éramos
como se observa, una gran familia, donde abundaban las bromas y donde llegado
el momento de trabajar solo se escuchaba el antiguo y nostálgico teclear de las
máquinas de escribir.
Hoy,
según he visto en algunas redacciones, reina un silencio de iglesia, donde de
vez en cuando se alzan la cabeza y la voz de unos seres humanos, por sobre las
brillantes pantallas de las computadoras.
Como yo
también me he entregado a mi tarea en una computadora con la que converso todos
los días durante varias horas, dedicado a la lectura de periódicos y noticias
de todo el mundo al alcance de un click, y también a escribir periodismo y literatura, no podría decir que “todo tiempo
pasado fue mejor” pero a la luz de los años y recuerdos... sí parece serlo. (Luis Eduardo Podestá)
(Imágenes
de Correo y archivo)
2 comentarios:
Buena remenbranza... es un recordar que nos permite voler a vivir aquellos años... y las chapas son ahora "rechapas" al citarlas muy buenas!
SDaludos
Nexmi
Mis felicitaciones por haber sido condecorado con la medalla de oro por el diario el Correo de Arequipa.
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