Comentarista
argentino recuerda
a la
Keiko primera dama que no hizo
nada
cuando torturaron a su madre
Nota
del editor – Tras el fracaso del intento golpista del Congreso mayoritariamente
fujimorista para propiciar una vacancia y echar de la presidencia del Perú a Pedro Pablo Kuczynski, es
bueno recordar las raíces y la esencia de una práctica y teoría políticas de un
movimiento que no quiere perder las costumbres y las mañas aprendidas de su creador, el exdictador japonés Alberto Fujimori, hoy preso por crímenes de lesa humanidad y corrupción. Nos lo trae a
la memoria, oportunamente, desde fuera, el periodista argentino Pablo Biffi en
el diario Clarín de Buenos Aires, quien recuerda la historia de la derrota
electoral de la “heredera del trono” que aún no ha terminado de lamer sus
heridas y amenazó ayer -y es evidente que seguirá haciéndolo- con
desestabilizar el país para conseguir sus fines, frente a lo cual los peruanos
debemos estar atentos para repudiar y rechazar nuevos intentos de reimplantar el autoritarismo en nuestra patria.
Perú:
las raíces totalitarias del fujimorismo
El autor |
Por Pablo
Biffi
El
fujimorismo nunca ocultó su esencia. Ese movimiento de derecha populista que
desde hace 25 años atraviesa de arriba hacia abajo la sociedad peruana -con el
recuerdo de la mano dura y la estabilidad económica para unos y las dádivas
para otros- siempre fue profundamente antidemócrático y nunca ocultó su
desprecio por las instituciones.
Alcanza
con recordar que su poder se construyó pacientemente desde el autogolpe del 5
de abril de 1992, cuando el padre de la criatura, Alberto Fujimori, cerró el
Congreso, intervino la Justicia y lanzó una despiadada caza de brujas con la
excusa de la lucha contra el terrorismo y la corrupción política, que duró casi
una década, hasta noviembre del año 2000: el entonces presidente fue destituido
por el Congreso al declararlo “incapaz moral permanente” para ejercer la
presidencia.
Había
llegado hasta allí luego de forzar una rereelección fraudulenta y de que
comenzaran a salir a la luz múltiples escándalos de corrupción, violaciones a
los derechos humanos y las perversas andanzas de su jefe de espías, Vladimiro
Montesinos, ejecutor directo del régimen de terror que había montado Fujimori.
Torturaron a su madre y no dijo nada
Aún con
un fuerte respaldo popular, el sentimiento antifujimorista fue más fuerte en
estos 17 años de democracia peruana y por eso Keiko Fujimori -la hija dilecta,
la “heredera del trono”, la que ejerció como primera dama cuando los servicios
de inteligencia dirigidos por su padre y Montesinos torturaron a su madre casi
hasta matarla, sin que ella dijera nada, la misma que pagó sus estudios en el
exterior con dineros negros de la corrupción-, nunca pudo llegar al poder por
la fuerza de los votos.
Primera dama sustituta |
Derrotada
por 40.000 sufragios por Pedro Pablo Kuczynski en junio de 2016, Keiko se alzó
con el control del Congreso unicameral: 71 diputados sobre 130. Suficientes
para poner contra las cuerdas a un gobierno sin apoyo parlamentario y que nació
débil, solo respaldado por el “No a Keiko”, el grito de aquella campaña
electoral.
Desde
que asumió, PPK vio como el fujimorismo hizo caer varios ministros a través de
mociones de censura y hasta un gabinete completo, encabezado por Fernando
Zavala.
La naturaleza autoritaria
Pero
siempre fueron por más. La naturaleza autoritaria de aquel fujimorismo se
replica en Keiko y en su fuerza política actual. Y también la corrupción (al
menos 33 de los 71 legisladores tienen serios cuestionamientos judiciales), ya
que la ex candidata presidencial está siendo investigada por la fiscalía por
haber recibido dinero de la brasileña Odebrecht para sus campañas electorales.
La maniobra golpista no tuvo éxito |
Y ahí
parece estar la clave de la ofensiva contra Kuczynski, acusado por los
parlamentarios por los contratos que dos de sus empresas firmaron con el
gigante de la construcción a comienzos de la década del 2000, cuando era
ministro de Alejandro Toledo.
No es
una denuncia por corrupción o por haber recibido coimas. La decisión es
“política”, no judicial. Es, al menos en la superficie, un cuestionamiento
ético del que PPK se desligó tarde y mal.
"Aumentar Keiko para 500..."
Algo
que le será más difícil aún responder a Keiko Fujimori cuando avance la
investigación que lleva adelante el fiscal José Domingo Pérez Gómez, quien le
preguntará qué quiere decir la anotación en la agenda de Marcelo Odebrecht:
“Aumentar Keiko para 500 eu fazer visita”.
Quieren librarse del Ministerio Público |
No es
casual, por eso, que durante todo este año el fujimorismo se haya empeñado en
lanzar una ofensiva contra la Fiscalía de la Nación con el objetivo de
destituir a su titular, Pablo Sánchez, en intentar controlar el Consejo
Nacional de la Magistratura, con el objetivo de avasallar en poco tiempo al
Poder Judicial, al Ministerio Público y después al Jurado Nacional de
Elecciones, según escribió el analista Gustavo Gorriti en la revista Caretas.
Y
también, una ofensiva en el Congreso contra cuatro magistrados del Tribunal
Constitucional que declararon inaplicable una ley “antitránsfugas” promovida
por el fujimorismo para que los legisladores no puedan abandonar sus bancadas.
Cuando destituían magistrados |
El uso de la fuerza
Lo que
el fujimorismo no ha podido lograr en las urnas, quiso conseguirlo por la
fuerza de un golpe de palacio, con el inexplicable apoyo de un sector de la
izquierda, que fue clave para evitar su triunfo en 2016, aunque finalmente eso
no sucedió: mayoría en el Congreso y presidencia transitoria por un año, hasta
nuevas elecciones.
Tiempo
suficiente para arrasar con la Justicia y sumar el poder total. Un tiempo
suficiente, también, para que Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión
por graves violaciones a los derechos humanos, pudiera volver a casa,
indultado. Por ahora, eso deberá esperar.
(Imágenes
de la prensa peruana y archivo)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario