Cómo nació la Cofradía del
Palacio, donde nadie paga
cuotas y se va cuando quiere
Nota del editor – El autor de la siguiente nota ha creído
conveniente distraer algunos de sus ocios en medio de sus dos “meses jubilares”
–léase vacaciones– para informar a sus lectores sobre los orígenes de la Cofradía
del Palacio, con sede en Lima, Perú, a fin de que sus miembros no sientan que han sido
olvidados. Pide, asimismo, perdonar si en el desarrollo del texto ha olvidado a algún connotado socio de la institución.
Münich, Alemania - Los orígenes de la Cofradía del
Palacio, una singular entidad con presidente de facto vitalicio, se remontan a
los años 70 del siglo pasado, cuando la mayoría de sus miembros trabajaba –o
decía trabajar– en la redacción del diario Correo de Lima, entonces situado en
la avenida Wilson o Garcilaso de la Vega, cuadra 12.
Olgger muestra informe en el desaparecido El Firme-2 |
Eran tiempos de dictadura militar y los diarios de
circulación nacional habían sido capturados y asignados a las organizaciones
civiles.
Así, por ejemplo, el poderoso El Comercio fue requisado
y designado vocero de los campesinos, y el diario Ojo, tabloide especialista en
“levantar” la noticia para hacerla más sabrosa para los lectores que no leían
prensa seria, fue entregado a los intelectuales.
Correo, donde el actual presidente de facto de la
Cofradía trabajaba luego de pasar por Ojo, era el diario de los profesionales
o, al menos, era lo que determinó la dictadura militar de Juan Velasco, no se
sabía con qué criterio, y que al fin de cuentas, era la que manejaba la línea
periodística desde el palacio de gobierno.
Por eso, el ingenio popular bautizó a los diarios como
“parametrados” ya que un ministro de entonces declaró que existía plena libertad de prensa “dentro de los parámetros
de la revolución…” que se vivía.
La denominación de cofradía es relativamente reciente,
ya que en sus comienzos, la
reunión de periodistas de Correo se llamaba “peña de los viernes” y su
sede era un club provinciano de la calle
Monzón, a una cuadra del Parque Universitario, uno de los exclusivos locales
donde se vendía cerveza Cusqueña.
Reunión previa a elecciones en el Colegio de Periodistas |
Era una pampa cuadrada con habitaciones en una esquina,
cuyos administradores usaban el membrete de club de una provincia de Apurímac,
para llevar adelante su negocio de restaurante público y al cual, para mantener
cierta reserva entre nosotros, llamábamos “el hueco de la vieja”.
No era con ánimo peyorativo ni de burla. En ese tiempo
–quizá ahora también- llamábamos “hueco” a establecimientos sin lujos, casi
desconocidos, para reunirse a beber unas cervezas sin que otras personas se
enteraran y corrieran el chisme. ”La vieja” era una respetable señora mayor que
administraba el lugar.
El “hueco de la vieja” se convirtió en el cenáculo que
nos permitía rajar de los personajes del gobierno, comentar lo que no se
publicaba en los periódicos y hacer chistes sobre las declaraciones de los
ministros militares.
Puede decirse que la peña fue fundada por Rodolfo (“el
cholo”) Orozco, periodista ya desaparecido de Correo, Diógenes Puente de la Vega, redactor en español de la agencia
Francce Presse, su hermano apodado el “hombre
de negro”, el mecánico dental Manuel Cárdenas, a quien llamábamos
”hacedientes” y un servidor, a quien los primeros hicieron la gracia de
invitar.
Después se incorporaron personajes del periodismo y de
fuera de él, como José Perleche Moncayo (diario La Crónica), Máximo Mogollón
(Correo), Diego Mori (Ultima Hora), Víctor Medina (Correo), Manuel Candia
(operador de un cine de La Victoria),
Diógenes Vásquez (Expreso), el “negro” Manuel Miranda (abogado), José Sagar
Bejarano (Radio Panamericana), y otros.
Cita en el Club de Periodistas |
En sus momentos estelares, esa “peña” llegó a contar
con 14 miembros regulares y unos ocho o diez eventuales que concurrían para
conocer la realidad de aquella asociación informal, cuyas noches se prolongaban
a veces hasta las madrugadas en las instalaciones del Club Apurímac de la
avenida Brasil.
Esto ocurría generalmente los días de quincena, cuando
la “vieja” daba por terminada la noche en el “hueco” y los comensales recién
llegados después del cierre de sus periódicos querían continuar la fiesta.
La diáspora que nos alejó
Pero llegó un indeseado momento en que por razones
varias, algunos se alejaron voluntaria o involuntariamente de la peña.
A principios de los años 80 conseguí una plaza de
redactor en español en la agencia The Associated Press (AP), con sede en el
crucero de los jirones Huancavelica y Cailloma, pleno centro de Lima.
Selfie en actividad gremial |
Era fácil una reunión con la gente de France Presse
(AFP), Fernando Barrantes y Tomás Tronco, porque su agencia quedaba a pocos
pasos de la AP, en el piso 11 de un
edificio en la misma esquina de Huancavelica-Cailloma.
Con ellos hacíamos reuniones en el aún existente
restaurante Carbone, pero las obligaciones no permitían que ellas fueran muy
extensas. Eran como si dijéramos encuentros al paso para un sánguche y una
cerveza.
Fueron tiempos de un práctico receso de la peña. La AP
se trasladó a San Isidro, jirón Los Rosales, y algunos personajes, asumieron
cargos en el nuevo gobierno, como Orozco, quien fue nombrado director del
diario estatal La Crónica.
La agrupación se mantuvo con mi hermano Olgger
Podesta, ligado a los diarios Correo y Ojo, el “chino” Luis Alberto Guerrero,
que vivía heroicamente los últimos días de La Prensa, Marcelo Martínez Gómez,
columnista de Expreso y algunos excepcionales “invitados”.
Las reuniones, siempre al mediodía de los sábados,
tenían lugar en esa época, en la sanguchería El Chinito, del crucero Chancay y
Zepita.
Delegado de Boston (izq.) con publicación reciente |
Después de un largo tiempo el silencio cayó sobre la
peña. Algunos de sus miembros habían muerto, entre ellos el “cholo Orozco” y su
compadre Diógenes Puente de la Vega, otros se habían dispersado en diversos
medios y los demás, finalmente, decidieron dedicar totalmente su tiempo a sus
familias.
El renacimiento de la peña, llegó en última década del
siglo pasado.
César Terán Vega y yo trabajábamos en el diario La
República y los sábados, nuestros días de descanso, salíamos a comer un cebiche
acompañado de cerveza Cusqueña en El Firme número 2 de la segunda cuadra del
jirón Ica, a la vuelta de la sede del periódico.
Allí estuvieron mi hermano Olgger, aún unido a Correo,
el “Padre Eterno” Víctor Salas Bartra, Jorge Eléspuro, publicista de La
República, Luis Alberto Guerrero, y algunos parroquianos del restaurante que
querían participar de la reunión.
Nos vamos al palacio
El nombre de Cofradía del Palacio fue sugerido por César Terán y aceptado por todos los demás cuando, debido al cierre definitivo
de El Firme número 2, debimos buscar otro “corner” y lo encontramos en el
Palacio del Inca de la tercera cuadra del jirón Conde de Superunda, a tres
cuadras del “otro palacio”..
Dos grandes ausentes: Lucho Guerrero y Olgger Podestá |
Entonces César Terán había entrado a El Peruano, como
editor de la sección editorial y yo al cargo de jefe de prensa de la Oficina de
Control de la Magistratura (OCMA) del Poder Judicial.
De pasadita, quiero contarles que era la primera vez
en mi vida que iba a trabajar en una entidad pública y lo hice porque el
magistrado supremo jefe del organismo, me pidió que
lo acompañara, así lo dijo, por unos seis meses. ¡Me quedé nueve años!
A las primeras reuniones del palacio concurrían
Antonio Láinez Yonce, ex de Expreso, Rony Guerra, Lidia Bonilla, Wálter Sánchez
Gibbons, ex de UPI, Pedro Ortiz Barnuevo, ex de Correo y La República, Daniel
Cumpa, ex de Correo y Octavio Huachani,
ex de La República.
También estaban alineados Gustavo Rossi, conductor de
un programa de radio en Los Olivos, Miguel Bernuy, director de una revista,
Máximo Torres, nuestro delegado en Boston, Massachusetts, su hermano Pedro
Torres, los consabidos Olgger Podestá, Luis Guerrero y los ocasionales Mariano
Baylón, Guillermo Avendaño, el impresor Apolinar Ventura y unos tres o cuatro
más.
Todos ellos adoptaron –juntos o separados– el unánime
acuerdo de tener un “presidente de facto vitalicio”, en el autor de esta nota,
quien no abriga la menor intención de convocar a elecciones jamás.
Y por supuesto, continuarán los chismes y comentarios malévolos
sobre las noticias de la semana, debates con críticas a un gobierno que no se
anima a pegar un par de carajos en defensa de sus fueros, a un congreso que asume
aires de dictadura a copia e imagen japonesa de los 90s, y la distribución de
publicaciones y sorteo o simplemente obsequio de libros para las bibliotecas personales
de quien gane o simplemente concurra.
Así de generosa -nadie paga cuotas ni derechos de inscripción-, y abierta a las discrepancias –a veces no dejan hablar al presidente– es la
Cofradía del Palacio, donde se cultiva la amistad sin reglamentos y la
solidaridad sin miramientos. (Luis Eduardo Podestá).
(Imágenes de archivo del autor)
1 comentario:
Me acabo de enterar que el Sr. Jose Sagar Bejarano fallecio. Hace mucho de eso?
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