Es un
limeño del Rímac
que canta
a sus raíces
de la
Blanca Ciudad
Nota del
editor – El artículo que se reproduce a continuación es obra de Álvaro Javier
Podestá Cuadros, conocido en algunos ambientes como “Lessness”, una suerte de
seudónimo literario y como “El Gallito” en homenaje a su “semanario quincenal”
que tiene unos veinte años de existencia, gracias, a que creo, nació al pie un
volcán, con carácter propio y sin miedo de decir las cosas como son o como uno
quisiera que sean. Se reproduce tal como ha venido en el “feis”, con su carga
emotiva y su sinceridad, que es lo que vale, en el día en que la ciudad que lo
aloja, cumple 477 años de existencia.
Por
Álvaro “Lessness” Podestá Cuadros
El autor |
"Mírate
ese pantalón todo wiswi, sácatelo que lo voy a lavar", me decía mi Má
cuando era niño.
De mis 50
años, un poco más de la mitad de ellos los he pasado lejos de mi madre y debo
reconocer que esa es la parte más jodida del desarraigo. Se puede estar en
Arequipa, Alemania o Senegal y el desarraigo viene con su añadido de
frustración y pena.
En la
casa del Rímac, desde que tengo uso de razón, se habló y se habla siempre de
Arequipa.
El rocoto
relleno y el adobo son los platos casi obligados de varios de los cumpleaños
que se festejan en aquella casa llena de arequipenses bajopontinos.
El
vínculo con el terruño era y es pues, culinario, y también en la forma de
hablar de mi Má.
Ella aún
usa la palabra chuma cada vez que su té está carente de sabor. Guadameco
también la he escuchado decir al enojarse con alguien y chognis para referirse
a las legañas de los ojos.
Mi Pá y
Má escogieron la mejor manera de estimular ese amor a la tierra lejana
llevándonos en Morales Moralitos (en unos viajes interminables por carretera)
en algunas vacaciones escolares.
Es por
eso que desde chicos mis hermanos y yo conocimos de la forma más sabrosa, de
esa tierra donde había cosas ricas.
Se hace querer... |
Supimos
lo que era un helado con forma de choclo que vendían en una tienda de la calle
Jerusalén, conocimos los toffees de La Ibérica, las guaguas y bizcochos de La
Lucha, los confites del Parque Duhamel, las salchichas Viena de La Alemana y el
anís Nájar así como la Kola Escosesa.
La casa
del Rímac era pues el reducto arequipés, una auténtica embajada characata y
todos nuestros amigos limeños lo sabían.
Ahora
cada vez que bajo a Lima, mamá me mira y me dice que me estoy quedando pajlita
al ver menos cabello en mi cabeza.
Hoy recuerdo
que mis hermanos arequipenses y yo estuvimos en el Estadio Nacional de Lima
aquella noche que campeonó Melgar jugando contra el Cristal el año 1981. Cómo
gritamos esa noche en una de las tribunas populares.
Siempre está allá donde tú estés |
También
alentábamos a los equipos de la región que iban a jugar la Copa Perú a la
capital: el Aurora y el Pesca Perú de Mollendo.
Arequipa
siempre estuvo y está en casa gracias a mi Má, la cual cumplirá 80 años pronto.
Como no
puedo cuidar a mamá desde aquí, creo que por eso lo hago tanto con mi hijo que
hasta de sobreprotector me ha "acusado".
Será por
eso que trato de cuidar también esta tierra y me enerva y enoja cuando la
maltratan.
Es pues
Arequipa como mi mamá, y pienso que cuando todos los que la habitamos pensemos
así, seguramente cambiaremos de actitud..., pero para bien.
Soy A.J.
"Lessness" Podestá, "El Gallito".
(Imágenes
de www.podestaprensa
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