Es
traumático ver a un exgobernante
en la
situación de Humala… quien
perdió la
brújula del buen gobierno
Uno se
pregunta por qué, por qué al Perú le ha tocado esta clase de gobiernos y
gobernantes. Pero debe establecerse que hay diferencias entre uno y otro caso.
En la antesala de la carceleta judicial |
El uno,
reo en cárcel privilegiada en la Diroes, quien se convirtió en dictador para
dar curso a todas las acciones que -en la visión internacional- lo elevaron al
nada virtuoso octavo lugar entre los presidentes más corruptos del mundo.
Estuvo
comprometido en crímenes de lesa humanidad y convertido respetables
instituciones del Perú en comparsas de la corrupción generalizada y comprado al
kilo la opinión de la prensa que aceptó ser comprada.
Pero este
recuerdo se queda corto. Se necesitarían kilómetros de espacio para describir a
cabalidad lo que significó aquella dictadura de alguien que hoy, purga sus
delitos en una cárcel, dorada, pero cárcel al fin.
Hay que
precisar, por si alguien lo olvidó, que huyó del país en dirección a Brunéi
para asistir presuntamente a una cumbre presidencial, pero en realidad se iba a
la patria de sus ancestros, el Japón, para ocultar el voluminoso equipaje que
llevaba.
Recuérdese
que renunció por fax y que el Congreso de entonces, desestimó la renuncia y
simplemente lo destituyó y que pretendió ser senador de la Dieta japonesa y
fracasó.
El caso Humala y compañía
Sin
tratar de defenderlo, el caso de Humala es diferente, lo que se puede comprobar
a simple vista, sin necesidad de recurrir o meterse a las profundidades de las
razones jurídicas.
Concurrieron a las citaciones |
Ollanta Humala
no fue un dictador y si bien cayó y recayó en la debilidad de permitir la
injerencia de su esposa Nadine Heredia en asuntos del Estado, no sucumbió a la
tentación de la dictadura.
Tampoco
se ha ido del país como el japonés encarcelado. Y se ha presentado a los
requerimientos de la justicia cuantas veces ha sido convocado.
Sí
sucumbió a la tentación de la vida muelle y aceptó coimas que han sido
descubiertas por quienes siguieron la ruta del dinero que sirvió para
adquisiciones que estaban fuera del ámbito de los ingresos naturales del
presidente y su esposa.
Ahora se
enfrenta a la justicia y es bueno, que al lado de los delitos cometidos por
quienes recibieron la confianza del país, los jueces respondan con
responsabilidad a la confianza -harto mellada, por cierto- que el país deposita
en ellos.
De ningún
modo deben tomarse estas líneas como una velada defensa de Ollanta Humala y
esposa. Ni de la corrupción harto demostrada, y en algunos casos plenamente
probada, de los últimos gobiernos del Perú, nuestra patria.
Faltan dos
Pero creo
que aún faltan personajes en este drama que nos enfrenta diariamente a la
realidad peruana.
La casa de Humala y señora en Surco |
Uno es el
expresidente Alejandro Toldo, virtualmente refugiado en los Estados Unidos de
donde solo vendrá cuando la justicia del Perú lo reclame en forma que no deje
lugar a dudas ni contradicciones.
Del otro,
Alan García, ni hablar. Supo cómo utilizar la prescripción y las amistades y “compañerismos”
del Poder Judicial para esquivar toda responsabilidad. Roguemos para que un día
-ojalá no lejano- también pague sus culpas.
Así se
habrá completado una faena que pondrá una cruz sobre la corrupción ejercida con
toda impunidad e inmunidad, por quienes ejercen el poder, en abuso arbitrario
de las facultades que los electores les dimos alguna vez.
Y, como
lo han demostrado las estadísticas, esos robos a los dineros de todos los
peruanos, hubieran servido para mejorar hospitales, proporcionar techo a
quienes carecen de él y alimentar a miles de niños que ayunan cotidianamente,
por señalar asolo unas carencias de las más notorias. (Luis Eduardo Podestá).
(Imágenes
de GettyImages, difundidas por BBC Mundo)
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