Condenado
a 15 años vive con
lujos en cárcel
argentina, viste
sotana y
la iglesia no lo expulsa
El
sacerdote argentino Julio Grassi, condenado a 15 años de prisión por abuso
sexual y corrupción de menores y amenazas a tres internos de la Fundación
Felices los Niños, de Argentina, cuenta con el favor del Vaticano y cuantas
cartas han sido dirigidas por las víctimas al mismo papa Francisco, no han sido
respondidas.
Condenado no se quita la sotana |
El
gobierno de Carlos Menem y personas acaudaladas de Argentina contribuyeron a la
fundación dirigida por Grassi, que llegó a juntar a 6 300 niños de la calle, porque
entonces “eran tiempos duros de ajuste en los que era frecuente ver a niños sin
hogar en Buenos Aires”, informó el diario El País de España.
Añade que
“en 2002 llegó el escándalo. El país se paralizó para ver un programa de
investigación en televisión, Telenoche, en el que tres de esos niños
desvalidos, de entre 14 y 16 años, que dependían de Grassi para todo, contaban
los abusos sexuales a los que les sometía. Argentina enmudeció”.
Grassi,
de 52 años fue acusado por un fiscal de “17 hechos de abuso, corrupción de
menores y amenazas a tres internos de un hogar de la Fundación Felices Los
Niños, que el cura había fundado”.
El
tribunal lo declaró culpable de dos de esos hechos, “cometidos en 1996 contra
un joven, lo absolvió de los otros 15 y le permitió que permanezca libre hasta
que su sentencia quede en firme”, dijo El País.
Suprema sentencia: 15 años
Por su
lado, el portal Infobae informó de que con la sentencia de la Corte Suprema “quedó
firme la sentencia dictada por el Tribunal en lo Criminal N° 1 de Morón, que
había condenado a Grassi a 15 años de prisión por abuso sexual de menores, con
el agravante de que era sacerdote y encargado de la educación y guarda de las
víctimas”.
La Suprema confirma la pena |
Infobae precisa,
asimismo, que “el fallo tiene la firma de los jueces Ricardo Lorenzetti, Elena
Highton de Nolasco, Juan Maqueda, Horacio Rosati y Carlos Rosenkrantz, esto es,
decisión unánime del Tribunal”.
“En una
resolución de una carilla, el alto tribunal desestimó tanto los recursos
presentados por la defensa como los presentados por la querella, pues los
acusadores venían solicitando que la imputación por abuso sexual también
comprenda a otros casos”, añadió el portal.
El
periodista de El País, Carlos E. Cué, refiere que Miriam Lewin, la periodista
argentina que “destapó el escándalo en 2002”, fue en noviembre de 2015 al
Vaticano para hablar con el papa Francisco “para pedirle que tenga un gesto con
las víctimas”.
Lewin refirió:
“(Francisco) Me escuchó y pensé que lo haría, pero nunca les llamó. Su discurso
contra la pedofilia es muy duro, pero debería reflejarse en hechos concretos en
este caso. Las víctimas necesitan una reparación, un pedido de disculpas”.
Su palabra debiera reflejarse en hechos concretos |
Continuó:
“No se entiende cómo Grassi puede seguir siendo cura. Francisco sabe que las
heridas en los niños son muy difíciles de reparar, ellos dependían para todo de
Grassi, no tenían familia”.
El papa debe hacer un gesto importante
“Ahora
algunas víctimas [de otros casos, como la irlandesa Marie Collins y el
británico Peter Saunders] han abandonado la comisión del Vaticano para la
protección de los menores. El Papa tiene que hacer un gesto importante”, insistió
Miriam Lewin.
El
periodista de El País escribe que “muchos en Argentina creen que el Pontífice
apoyó tácitamente a Grassi porque no lo creía culpable”.
“De hecho”,
apunta, “Bergoglio encargó y pagó al jurista Mario Sancinetti un trabajo
de 2.600 páginas, Estudios sobre el ‘caso Grassi’, en el que se concluía que el
cura era inocente”.
“Los
abogados de las víctimas lo entendieron como un mecanismo de presión a la
justicia. Todavía en 2013, cuando entró en la cárcel, cuatro años después de la
primera condena, el obispado de Morón le defendía: “Se desprenden dudas acerca
de su culpabilidad”, señaló un comunicado oficial, dice Carlos Cué.
“El nivel
de pruebas en el juicio fue altísimo, se comprobaron aspectos del órgano sexual
del sacerdote que conocían las víctimas. Ganamos el juicio contra uno de los
hombres más poderosos de Argentina. Era como un poder propio dentro de la
Iglesia”, dijo Juan Pablo Gallego, abogado de las víctimas.
Lo defendieron 26 abogados de los más caros |
A su favor,
el cura Grassi “tuvo 26 abogados defensores, los mejores del país, los más
caros, algo nunca visto. Fue David contra Goliat, y ganamos porque era
culpable”, asegura Gallego.
“Lo
cierto es que, con presiones o sin ellas, la justicia argentina ha sentenciado
definitivamente que Grassi abusó de esos niños”, informó El País.
“Y ahora
todas las miradas apuntan al Vaticano, y a Francisco, que ha sido tajante en
otros casos internacionales pero tiene un desafío enorme en su propia casa”,
subraya el diario, “un país del que sigue muy pendiente pero que, sin embargo,
ha decidido no visitar de momento, inquieto por las pasiones, a favor y en
contra, que desatan todos sus movimientos”.
El recluso de lujo
El País
describe a continuación lo que destapó el programa de Jorge Lanata, Periodismo para todos en 2014, a través del cual se difundió que “el padre Julio Grassi
mostró su poder y sus contactos incluso después de ser encarcelado”.
Tiene privilegios muy especiales |
El
programa “mostró imágenes de la privilegiada vida del religioso en la cárcel,
siempre vestido de cura. Los contactos —y el dinero— de Grassi le habían permitido
tener su propia oficina con ordenador con Internet, una cama y baño privado.
Estaba cerca de las cocinas de la prisión de Campana, a unos 80 kilómetros de
Buenos Aires”, cuenta El País.
Agrega: “Tenía
tres teléfonos móviles, algo totalmente prohibido, con los que seguía dirigiendo
la Fundación Felices los Niños, que de los 6 400 menores de las épocas de
esplendor pasó a acoger a unos 50 en situación especialmente delicada,
huérfanos o protegidos por casos de violencia familiar”.
“Además,
en su celda había televisión y nevera, algo impensable en las cárceles
argentinas. Pero lo que más escándalo generó es que Grassi desviaba a la cárcel
en la que está encerrado parte de las donaciones que se hacían a la fundación”,
dijo el diario.
Informó
luego que Grassi “repartía esa comida entre presos y funcionarios de prisiones,
y con eso lograba los evidentes privilegios que tenía en la prisión. El
escándalo fue de tal calibre que fue destituido el director de la prisión. El
poder de Julio Grassi parece infinito”.
(Imágenes
de Infobae, La República, Agencia Télam, El País y diario Veloz)
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