Probablemente de aquí te
lleven a la cárcel como a
otros que no tuvieron tu suerte
Nota del editor – Este es un fragmento de la novela Un
cuadrito de sol en la penumbra, del periodista y escritor Luis Eduardo
Podestá, la tercera de su producción literaria. El que sigue, el sexto de una serie de
fragmentos que aparecerán en los próximos días, se publica aquí como un
obsequio anticipado de lo que los lectores leerán en el libro que es
distribuido mundialmente por empresas especializadas en ventas por internet. Al
final del fragmento se incluye la lista de las empresas encargadas de la
distribución. Gracias por leer este fragmento. Me encantaría que hicieras un
comentario o expresaras tu impresión sobre lo que acabas de leer. Muchas
gracias.
Entonces, indignados, salieron a la calle sin autorización para
hacer una demostración de protesta y ese fue su bautismo de fuego y de furia,
nos enfrentamos con la policía, y aunque nosotros éramos mucho más numerosos,
nos golpearon como quisieron, nos atacaron con sus carros antimotines que
lanzaban cañonazos de agua, con la caballería
Cuando despertó se encontraba en una cama del hospital, en una
sala que tenía rejas en las ventanas, la puerta cerrada vigilada por un guardia
armado y cuánto tiempo estoy aquí, se preguntó, no podía recordarlo, el médico
que lo examinó cuando él recuperó la conciencia y supo que estaba vivo, le dijo
ya estás mejor, hijo, tienes la espalda convertida en un solo hematoma, menos
mal que te trajeron la misma tarde y pudimos atenderte, sentía náuseas pero no
vomitaba nada, y el estómago le dolía como si se lo hubieran molido a puñetazos
y patadas.
Dos enfermeras se turnaban para llevarle los alimentos, una de
ellas le dijo fueron unos desórdenes feroces, probablemente de aquí te lleven a
la cárcel como a otros que no tuvieron tu suerte de llegar al hospital.
Entonces se convenció de que allí estaba preso, de que no podría
salir sin permiso, de que el guardia de la puerta tenía órdenes de mantenerlo
aquí hasta cuando estuviera sano para llevarlo a la cárcel como a los que
pudieron detener aquella tarde, ¿desde hace cuánto tiempo estoy aquí?, la
enfermera, cinco días, hace cinco días ustedes convirtieron la ciudad en un
infierno, destrozaron todas las vitrinas de las tiendas del centro que encontraron
abiertas, hirieron a personas que no tenían nada qué ver con su protesta y se
encontraban simplemente caminando por el centro, hay también varios policías
heridos, están en la sala de San Roque, sonrió, era joven y bonita, enfundada
en su ropa blanca de pies a cabeza, tú pareces un novato, él replicó que hacía
casi un par de años que trabajaba en construcción civil y la miró fijamente a
los ojos mientras ella le tomaba el pulso y miraba alternativamente su reloj y
el rostro del enfermo, tuviste suerte de que te trajeran, a otros
Una mañana vinieron dos policías de civil con una tabla sobre la
que brillaban unos papeles blancos, nombre, preguntaron sin preguntar, con tono
de exigencia, él respondió infinidad de preguntas, dónde vives, con quién
vives, donde has estudiado, hasta qué año, y por qué trabajas en construcción
civil, tú eres dirigente del sindicato, por qué salieron armados en esa
manifestación, y él sorprendido, aunque le dolía todo, debió responder,
¿armados?, nunca hemos estado armados y el más bajito de los dos, no te hagas
el cojudo, cholito, sabemos que te eligieron secretario de organización y que
estás a cargo de todo, tú debes saber mucho sobre el sindicato y sus
dirigentes, ¿no?, el secretario general es un comunista de los más pendejos, y
él, no, no lo sabía, los dos se miraron y sonrieron, no sabía que su secretario
general es comunista, se burló uno de ellos, llegó el médico de turno, señores,
necesito examinar al enfermo, si me dan permiso…, y los invitó a irse con un
gesto y el más bajito se volvió, volveremos a visitarte, enfermito.
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