En tiempos en que aún
no se había instituido
el
Día del pollo a la brasa
Aún no
se había instituido el Día del pollo a la brasa, pero se comía en todos los
barrios y en algunos de ellos, se servía como plato realmente original, en canastitas de carrizo, donde la mitad del pollo
se recostaba a la perfección, junto a una guarnición de papas fritas.
Como
usted recordará, el pollo a la brasa tiene su historia épica desde cuando el
ministerio de Cultura decidió en 2004 declararlo Patrimonio cultural de la
nación. Posteriormente, en 2010, se instituyó el tercer domingo de julio, cerquita nomás
de las Fiestas Patrias, el Día del pollo a la brasa.
Pero el
pollo a la brasa ya era un ícono de las fiestas familiares y refugio de
bohemios que no llegaban al caldo de gallina madrugador y preferían cortar la
juerga a medianoche con una dorada ave rodeada de papas fritas y ensalada. Eran
otros tiempos.
Yo
conocí al pollo a la brasa cuando "bajé" a Lima, sobre una elegante servilleta de tela, acurrucado,
por describirlo de alguna forma, en una canastita de carrizos, rodeado de papas
fritas. La ensalada de lechuga, tomate y otras hierbas, iba separada en plato
especial al centro de la mesa.
Con gran acompañamiento |
Eso es,
por lo menos, la forma en que la servían en un restaurante de la décima cuadra
de la avenida Brasil, y en algunos del jirón Trujillo, en el distrito del
Rímac.
Como
recuerdo en una nota escrita el 18 de enero de 2012 en este mismo espacio, “le
ponían a usted un depósito con agua tibia y limón porque, como no había
cubiertos, era obligatorio agarrar al pollo y su guarnición de papas fritas con
las manos, las que, obviamente, había que lavar al final de la contienda
gastronómica”.
En
aquella pollería de la avenida Brasil, el dueño del establecimiento, hacía
sentir a todos como si fueran clientes muy especiales. Se acercaba a las mesas
para preguntar si el pollo que acaban de consumir les había agradado, porque, estaba
seguro de que era el “mejor pollo a la brasa de Lima”.
Dicen que se enaltece con recetas secretas |
A todo
el mundo le decía que tenía una receta secreta para que su pollo fuera el más
sabroso de la capital y muchos le creían. Después confesó que era un agregado de
sillau con que daba una brochada al pollo que giraba sobre el fogón, lo cual lo
convertía en algo muy especial, según él.
En esos
tiempos, la década de los años 60-70, el pollo a la brasa era una suerte de
plato nacional y creo que en determinado momento llegó a ser más popular que el
cebiche, actual monarca de las gastronomía criolla.
En aquellos
tiempos también, valga como anécdota pollera, en la avenida La Colmena, a pocos
metros de la plaza San Martín, tuve la ocasión de ver a dos choferes
colectiveros –de allí salían los colectivos al puerto del Callao–, cada uno con
su pollo agarrado de las patas, disfrutar a mano alzada del manjar que tenían
mientras esperaban que se llenaran sus coches.
Buen día para disfrutar con la familia |
Y bien,
la gastronomía peruana ha avanzado a pasos enormes en las siguientes décadas y
no solo erigió días especiales para el pollo, sino para el cebiche y otros
potajes que causan la envidia de algún otro país que trata de hacer
suyas golosinas como el suspiro a la limeña y hasta el pisco sour, bebida
insignia peruana.
Pero
por hoy dediquémonos al pollo a la brasa y rindámosle el homenaje que merece.
(Imágenes
de Internet)
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