Un
aniversario más de
Mollendo
y evocación de
cuando cumplió 75 años
La bodas de diamante de Mollendo, el Puerto Bravo del sur del Perú, el 6 de enero de 1946, lo encontraron preocupado por su suerte porque entonces sus instalaciones no alcanzaban a satisfacer la descarga de los numerosos barcos acoderados en su mar y había terminado la construcción del vecino puerto de Matarani, a unos 12 kilómetros al norte.
La bodas de diamante de Mollendo, el Puerto Bravo del sur del Perú, el 6 de enero de 1946, lo encontraron preocupado por su suerte porque entonces sus instalaciones no alcanzaban a satisfacer la descarga de los numerosos barcos acoderados en su mar y había terminado la construcción del vecino puerto de Matarani, a unos 12 kilómetros al norte.
El Puerto Bravo cumple mañana 145 años |
El
moderno puerto capaz de recibir navíos de gran calado en número mucho mayor que
Mollendo, enturbió las celebraciones porque se temía una ola de desocupación ya
que todos los habitantes trabajaban en actividades portuarias.
El 2 de
setiembre del año anterior se había rendido Alemania y había terminado la
Segunda Guerra Mundial, uno de los capítulos más sangrientos que vivió la
humanidad. Japón se había rendido antes, el 7 de mayo de 1945.
Las
potencias vencedoras y el mundo entero reanudaron sus actividades, entre ellas
el comercio marítimo y Mollendo, el puerto del sur del Perú estaba desde
diciembre de 1945 con ocho barcos frente a sus costas y se había anunciado la
llegada de otros dos.
Desembarcos en canastilla... a la antigua |
No
había instalaciones ni brazos suficientes para la descarga de las mercaderías
que esas naves traían, muchas de ellas con destino a Bolivia.
25 volúmenes de historia porteña
“Los
barcos tenían que esperar varios días para descargar o cargar bienes, con el
consiguiente sobrecosto en el transporte”, refiere el doctor César Coloma Porcari, escritor mollendino que ha escrito, publicado documentos de importantes
trozos de la historia del Puerto Bravo, en 25 volúmenes, que me hizo llegar
gentilmente.
En uno
de esos libros titulado Mollendo en el 75
aniversario de su fundación (*), el padre del doctor Coloma Porcari, don Guillermo W. Coloma Elías, entonces subprefecto de Islay, publicó documentos de
extraordinaria riqueza histórica sobre las esperanzas y expectativas de los
mollendinos en aquellas bodas de diamante.
Ellos
temían que con la inauguración de Matarani, Mollendo sufriera la misma suerte
del viejo puerto de Santa Rosa de Islay, creado como Puerto Mayor en diciembre
de 1862 durante el gobierno de Miguel de San Roman, quien designó como parte de
la provincia, los distritos de Islay,
Tambo y Quilca.
Pero en
1871, cuando se declaró a Mollendo terminal provisional del Ferrocarril del Sur,
se dispuso “clausurar el puerto de Islay”, y que la vía férrea no se extendiera
unos kilómetros al norte, hasta donde se encontraba el entonces puerto de Santa
Rosa, recuerda el portal Islay Puerto y
Paraíso.
Paisaje de madera colorida frente al mar |
Recuerda,
asimismo, que con la “ley del 3 de enero de 1879, que le dio los distritos de
Mollendo, Islay, Cocachacra y Punta de Bombón a la provincia de Islay,
nombrando como capital a Mollendo, también se decretaba la muerte de Islay”.
La fiebre amarilla
El
portal añade que “a los pocos años la vida en este lugar se tornó imposible al
trasladarse todas las entidades públicas a Mollendo y no existir fuentes de
trabajo, situación que se agravó al producirse una epidemia conocida como ‘vómito
negro o fiebre amarilla’, que terminó por desaparecer la población de Islay”.
En
medio de sus felicitaciones por las bodas de diamante de su edición del 4 de
enero de 1946, el diario El Porteño
criticaba la nueva obra, al señalar que “la construcción del puerto de Matarani
ha sido calificada de obra costosa e inútil, representando un obstáculo moral
insalvable para Mollendo”.
Colorida arquitectura en madera |
Pero no
fue así. El Mollendo que yo conocí en la década de los años 50 era una activa
ciudad portuaria y turística, que recibía barcos de gran calado, aunque el
transporte de pasajeros y carga debía realizarse entre el barco y el muelle en
lanchones de una empresa denominada Compañía de Lanchas.
Había además,
varias compañías exportadoras e importadoras, como las conocidas Roberts y
Ratty, y agencias de aduana que atendían los requerimientos de una ciudad que
crecía.
Los
textos del subprefecto de Mollendo de 1946 me tocaron especialmente las fibras
de la nostalgia, porque en mis años juveniles pasaba mis vacaciones de verano
en la casa de mis tíos Guillermo Linares y su esposa Jesús Núñez, residentes en
la entonces avenida Independencia, (hoy Mariscal Castilla), donde compartíamos
incursiones en el mar y concurrencia a las fiestas con alguno de mis cinco primos.
El olivar de la casa
Mis
tíos tenían una casa enorme, la mitad exterior de ladrillo estucado y pintado
de amarillo y el interior de madera, desde el piso asentado sobre pilotes a
casi un metro sobre el suelo hasta el gran comedor y los dormitorios y un
enorme huerto donde crecía un bosque de olivares cuyos frutos me enseñaron a degustar
lo que denominamos aceitunas producidas en casa.
Marca el comienzo de la avenida Mariscal Castilla |
El
estadio de Mollendo quedaba a unos cien metros de la casa y un poco más lejos el
Club de Tiro, que organizaba sus famosos bailes de carnaval y otras fiestas
durante el verano, que duraban hasta bien entrada la mañana siguiente, porque
así de fiesteros eran los mollendinos de ese tiempo.
De
aquel tiempo feliz, la memoria me urge a evocar los almuerzos con orquesta en
el restaurante Choronga de la calle Comercio, el bar La Cabaña donde los
vaporinos apuraban sus cervezas heladas en verano y sus “calambucos” (ron y cocacola) en
invierno.
No deben
olvidarse tampoco el bar de Mateo que arrojaba música a diestra y siniestra
hacia todos los barrios vecinos, los cebiches en los restaurantes playeros,
donde estaba prohibido vender cerveza pero todo el mundo la tomaba.
Inolvidables residencias de madera |
Junto a
esos recuerdos, no pueden olvidarse las calles inclinadas hacia el mar, el
malecón de los paseos nocturnos, la piscina municipal donde había duchas de
agua dulce para librarse de la sal marina, la Aguadita, donde las olas se
metían sin permiso por un enorme forado en la roca y renovaban el agua…
Me era
muy familiar el vecindario de aquella avenida que era la vía de ingreso de los
transportes –ómibus, camiones y colectivos- que venían desde Arequipa y con el
doctor César Coloma, tuvimos hace poco una conversación sobre aquella época
dorada que no volverá.
Hay que
desearle a Mollendo, ahora, a sus 145 años de vigorosa existencia, un porvenir
de bienestar, paz, concordia y tolerancia frente a los que no piensan ni actúan
como uno, porque para ser un pueblo feliz, el Puerto Bravo lo tiene todo.
2 comentarios:
Buenas tardes. Un gusto leer algo más sobre este querido puerto. Aunque yo no nací en él, sí proviene de ahí mi familia materna y paterna. Mi madre Carmen Chávez Rondón era cantante como su hermano Gonzalo. Mi abuelo paterno, Fidel Miranda padre de Eduardo Miranda activo en los eventos culturales del puerto. Me gustaría saber mucho más sobre aquellos años 40's y 50's. Espero próxima publicación en su blog. Saludos.
Buenas tardes, queria escribirle ya que en uno de sus posts usted menciono al primo de mi padre. Se llama Renato Holguin Rivera y fue heroe de guerra, como usted comenta en su post.
Me llamo Daniela Rivera y me encantaria hacerle una pregunta por correo. Seria posible comunicarme con usted de esa forma? Mi email es daniela.rivera2707@gmail.com.
Mi familia viene de la pareja Vicente Reyes y Maria Nuñez. Él fué hijo de inmigrante escocés y quería saber si usted sabría como podría hacer para conseguir registros de inmigrantes y de familias escocesas-inglesas de 1800 en Mollendo.
Muchas gracias y gracias por su blog!
-Daniela
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