Periodista Humberto
Castillo
presenta libro de
memorias
y crónicas de más de 60
años
Nota del editor –
Cedo la palabra a mi colega José Luis Vargas Sifuentes quien escribe sobre un periodista ícono del oficio,
Humberto Castillo Anselmi, reportero, a quien nunca tentaron los halagos de
jefaturas con que repetidas veces, intentaron premiar su experiencia y su
conocimiento. Él prefirió mantenerse como el reportero, el periodista de calle,
que sale de la redacción luego de ver su cuadro de comisiones y regresa con la
libreta de notas y la memoria llenas de una especial visión de las cosas, que
otros colegas, que cubrieron la misma información, no pudieron percibir. Se necesitaba –y Humberto la tiene y la tenía– una sensibilidad
afinada para ver más allá de la simple observación superficial de las cosas que
le tocaban como misión periodística. Con estas breves frases rindo mi homenaje
al colega extraordinario que es Humberto, quien presenta esta noche su libro “La
palabra del chivo”. Es su palabra, porque su apodo aceptado por él y repetido
por varias generaciones de periodistas, no le hace mella y, más bien, es una
suerte de reconocimiento de quienes lo conocen o han leído sus crónicas. Dejemos a Vargas Sifuentes, que lo conoce muchísimo más, entregarnos la
semblanza del “Chivo” Castillo, nuestro colega. (Luis Eduardo Podestá).
Por José Luis Vargas Sifuentes
Han transcurrido
varias décadas desde que conociéramos a nuestro colega Humberto Castillo
Anselmi, “Chivo” para todo el mundo y, al reencontrarnos con él en las
reuniones del Club de Periodistas del Perú, lo reconocemos con la misma
modestia y sencillez de las que hacía gala cuando compartíamos aventuras en La
Prensa, Correo, La Crónica y La República.
Esa modestia y esa
humildad, proverbiales en él, hizo que nos sorprendiéramos hace algunos años
cuando lo vimos en la televisión recibiendo un premio de manos del entonces
presidente Alejandro Toledo por el ‘Día del Periodista’ el 1 de octubre de un
año que escapa a mi memoria.
Es que Castillo
Anselmi no es persona a quien le guste ser el centro de atención, ser él ‘la
noticia’, y prefiere siempre guardar perfil bajo como si su labor de reportero
fuese algo natural, como la de una planta cualquiera dar flores y frutos, y no
merecer premio ni reconocimiento alguno por ello. Al extremo que es posible que
lo incomode que lo recordemos en esta breve nota. Espero que sepa disculpar mi
irreverencia.
Humberto "Chivo" Castillo con Justo Linares |
Cuando lo conocí en
la redacción de la ‘Edición Suburbana’ de La Prensa, a mediados de 1967, me
dijeron que solo le dijera “Chivo”, y como muchos, pensé erradamente que su
apelativo hacía honor a su cabellera cana, intensamente blanca, a pesar de su,
entonces, joven edad para lucir una testa propia de un anciano.
Sucede, lo supe
después, que él había nacido en el distrito de Cascas, provincia de Sánchez
Carrión, departamento de La Libertad, el 21 de diciembre de 1931.
Ocurre que cerca de
Trujillo, existe un pueblo llamado Usquil, en la provincia de Otuzco, conocido
como ‘la tierra de los chivos’, porque sus pobladores –quizás por un fenómeno
de origen genético– tienen, desde que nacen y sin excepción, la cabellera
blanca (no cana).
Nadie sabe quién
divulgó la noticia de que su padre había nacido en Usquil, y por lo tanto le
correspondía el alias. El apelativo, ora cariñoso, ora despectivo, le fue
aplicado cuando ingresó a trabajar en el diario La Industria de Trujillo, allá
por 1955, y luego como corresponsal de La Prensa, hasta 1958.
Tres Plumas de Plata: Humberto, Roberto Salinas y Justo Linares |
Ya en Lima, el
sobrenombre se extendió rápidamente, sobre todo tratándose de su persona, que
destacaba como reportero, porque describía con particular exactitud, y sin
tomar apuntes de nada, lo que veía y oía en cada misión.
Era, es, su
particularidad, no usar lápiz o lapicero ni libreta de apuntes –y la mayoría de
veces, sin portar carné ni documentos de identidad– y apelar a su prodigiosa
memoria visual y auditiva para describir hechos y situaciones, y citar frases
textuales, jamás rectificadas ni aclaradas; cosa muy difícil de practicar por
los colegas de hoy, rodeados de grabadoras, cámaras virtuales y páginas web.
Esa memoria
prodigiosa le permitía, por citar un ejemplo, retener mentalmente las extensas
conferencias de prensa del general Juan Velasco Alvarado, anotando apenas
algunas cifras en cualquier boleto de microbús –con lapicero ‘prestado’ a la
fuerza del colega de al lado–, y escribirlas con más exactitud, detalles
personales incluidos, que las difundidas, con el sello sic, por el Sistema
Nacional de Informaciones (SINADI).
Por lo mismo, de nada
valió a los enviados del general Eduardo Segura, jefe del SINADI, robarle sus
apuntes y anotaciones en el hotel donde se hospedaba, para evitar su informe
sobre los traspiés de la reforma agraria en Ayacucho y su casual encuentro con
el después líder senderista Julio César Mezzich. Todo lo conservaba en su
memoria.
¿Qué político no ha
pasado por el cuestionamiento del Chivo Castillo, quién no ha tenido la
oportunidad –me tienta decir el privilegio– de haber sido entrevistado por este
periodista, quizás el último de una generación de reporteros en vías de
extinción?
Su pluma clara,
directa, sin adornos, brilló, sucesivamente, en los diarios Correo, La Crónica,
Ojo (aquí, clandestinamente, pues él estaba censurado por el gobierno de
Morales Bermúdez), Diario de Marka, El Sol y La República.
Humberto junto a colegas Pluma de Plata |
Recuerdo ahora
aquellas simples palabras con que el “Chivo” graficó la ausencia de Haya de la
Torre en el entierro del Cachorro Manuel Seoane, el 23 de septiembre de 1963:
“En el sepelio faltó un pañuelo blanco”.
Fue, además, entre
miles de anécdotas que este espacio impide recordar, el único periodista del
mundo que presenció el protocolar apretón de manos que se dieron los
‘archienemigos’ Edward Kennedy y Ernesto Ché Guevara, al encontrarse
casualmente en un hotel de Río de Janeiro, en 1961.
El “Chivo” formaba
parte de la comitiva presidencial de Manuel Prado, en su gira a Brasil,
invitado por Janio Quadros.
Su renuencia a usar
terno y corbata, actitud considerada también proverbial, está perennizada en
aquella foto en la que aparecen el Secretario General de las Naciones Unidas,
Javier Pérez de Cuéllar, y el presidente Alan García, descendiendo las
escalinatas del Patio de Honor de Palacio de Gobierno, bien elegantes ambos, y
a un lado, el “Chivo” Castillo, al natural, con la camisa remangada y
desabotonada.
Es también proverbial
su negativa a ocupar jefatura o dirigir una oficina pública, pese a tentadoras
ofertas y provocativos ofrecimientos, de los cuales hemos sido testigos de
excepción varios colegas. Reportero innato, le gusta recorrer calles, ser
testigo de lo que ocurre a su alrededor, tirar siempre p’al monte, y no
renunciar a su libertad.
Humberto “Chivo”
Castillo es también ejemplo de periodista autodidacta; amigo y maestro, a quien
el periodismo mucho le debe aunque él se resista a pasar factura.
Sus crónicas,
entrevistas y reportajes han sentado cátedra en el periodismo peruano. Tanto
así que la descripción que hizo del presidente francés Charles de Gaulle cuando
su visita a Lima, el 26 de septiembre de 1964, es considerada, a pesar del
tiempo transcurrido, como un ejemplo de reportaje para los estudiantes de hoy.
En dicha oportunidad,
el “Chivo” concluía su artículo con la frase: “De Gaulle parece haber sido
creado para personificar a Francia”.
Yo concluyo mi
homenaje a este reportero por antonomasia, parafraseándolo: El “Chivo” Castillo
parece haber sido creado para personificar al periodismo reporteril. (José Luis
Vargas Sifuentes).
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