Si alguien merecía
vivir siempre
era Marcelo Martínez
Gómez,
periodista,
humorista, poeta, pintor
Marcelo Martínez
Gómez, quien acaba de dejar este mundo porque le quedaba chico, no volverá a
causarnos una carcajada con sus célebres Frases para la histeria, con que le
costó despedirse y que hasta hoy, aparecieron como huella póstuma en el diario El Pueblo de Arequipa, para el que trabajó los últimos años de su vida.
Marcelo, junto a sus retratos de distintas épocas |
Porque es cierto,
Marcelo, el burlón en la vida común, el humorista ingenioso que llenó de humor
las páginas de aquel viejo Expreso del jirón Ica, y cuyas frases recorrieron el
mundo entero para alegría de miles de desconocidos lectores, dejó este mundo
el jueves pasado y hoy reposa en una tumba del cementerio de La Apacheta en la
Arequipa donde nació y adonde siempre regresaba desde cualquier lugar del mundo
en que se hallara.
Me duele esta desaparición
porque nos unió una antigua amistad, matizada por las sorpresas que ofrecía. Un
día apareció, por ejemplo, su libro de poesía, Sin ortografía, editado en Arequipa
y del cual es posible extraer algunos versos premonitorios de su grandeza:
Me duele la cabeza
hasta la funda de la almohada.
¿Para qué tanto dormir
si al final no habrá quien nos despierte?
hasta la funda de la almohada.
¿Para qué tanto dormir
si al final no habrá quien nos despierte?
Pero, por sobre
todo, era una estrecha amistad la que nos unía desde nuestro trabajo en
Expreso. Hasta el indiferente director Guillermo Cortez Núñez, quien decía que
no hay genialidades en el periodismo y que las inspiradas obras de cualquiera
solo eran el trabajo que debían realizar, se rindió para felicitar a Marcelo, cuando
al día siguiente de la elección de Alan García para su primer gobierno, tituló
la portada con un estrepitoso: “Alan y buen viento”.
Preparado con su batería de pinceles |
Porque Marcelo trabajó
un tiempo como titulero de aquel periódico ya desaparecido y transformado en otro.
Y tuve el agrado de trabajar a su lado, en la mesa de edición y comprobar su
gallarda inmodestia cuando me mostraba ejemplares de Selecciones y algunas de
sus creaciones publicadas en una sección dedicada a las frases de mayor ingenio
recogidas en las publicaciones en español del mundo entero.
En el suplemento
dominical Estampa del diario Expreso publicaba una página dominical profusamente
ilustrada donde personajes como el “Sordo Tapia”, protagonizaba con alguien diálogos
desternillantes. También escribía sus Frases para la histeria que conservó
hasta más allá de su muerte.
“El domingo pasado”,
cuenta su hermana Isabel, “Marcelo estuvo en su taller, escribió sus crónicas
para el diario El Pueblo, las corrigió y estuvo de buen humor. Pero en la tarde
comenzó a sentirse mal”.
Con miembros de la Promoción 51 de la "I" |
José Montoya,
sobrino de Marcelo, añade que debieron llevarlo al hospital, donde le
trataron exceso de úrea y finalmente lo sometieron a sucesivos diálisis, pero él
desató un repentino mal carácter y se arrancaba los tubos que lo mantenían
unido a la vida, por lo que debieron aplicarle sedantes.
Así, dormido, sin
dolor, la muerte se le acercó el jueves y se lo llevó, silenciosamente, como si
hubiera querido establecer un contraste con la bulliciosa e irreverente vida
que protagonizó en cuanta actividad le tocó desempeñarse.
En ese afán de burlarse
de la solemnidad, un día que, por no llevar corbata, le negaron la entrada a la que intentó ser
pituca Peña Taurina de Arequipa, se quitó los cordones de
sus zapatos y se hizo un “elegante nudo” para ingresar a un sitio que no le
gustaba, y donde quería estar “solo por joder, hermano”.
En pleno trabajo |
Cuando trabajamos
en Lima, nos reuníamos los sábados en la sanguchería “El chinito”, único lugar
de entonces donde se podía conseguir cerveza cusqueña y la mesa era la más
bulliciosa por las frecuentes carcajadas que provocaban las intervenciones de
Marcelo.
Los demás, picados
por el buen humor también contribuíamos y Marcelo, quien nunca se separaba de
su libretita de notas, se malhumoraba, cuando tenía que sacarla del bolsillo
para anotar algo de la conversación que valiera la pena incluir en sus “frases
para la histeria”: “He venido a descansar y no a trabajar, carajo”, decía entre
risas.
Días buenos los de
entonces. Buen día también aquel día de setiembre de 2013 en que fuimos a su
casa, miembros de la Promoción 51 del colegio Independencia, a hacerle una
visita, porque, aunque él no estudió en la “I” era amigo de todos nosotros. Sería la última vez que hablaba con él, y entonces bromeamos, nos abrazamos, nos mostró sus obras.
Retratista insigne |
Nos instalamos en
el taller de su azotea, que entonces ampliaba con otro ambiente “más luminoso”,
nos dijo. Mostró los retratos a carbón que había hecho de personajes tan
notables como Ciro Alegría y Luis Alberto Sánchez.
Nos recordó a su
padre, el profesor de nuestro colegio, el “Coliza” Martínez, pintor que inculcó
su arte y sus primeras enseñanzas a su hijo Marcelo, quien al final no solo
sería reconocido como un gran retratista y como ingenioso periodista, sino como
el hombre de bien, que supo hacer de la vida un espacio donde se movió como si
nunca hubiera de morir.
Y eso es, en
efecto, Marcelo, hermano. Tu escapada de este mundo es una más de las que
hiciste en tus años juveniles y, con toda seguridad, en este momento, debes
estar escribiendo tus crónicas, así llamabas a tus columnas de humor, para hacer
reír y cambiar el ánimo de los solemnes santos que te rodean. (Luis Eduardo
Podestá).
4 comentarios:
Luis Eduardo: Excelente tu comentario y semblanza EL VIAJE DE MARCELO A LA ETERNIDAD,
Seguramente el insigne señor era hermano de Alberto Martínez Gómez un talentoso publicista de los 80 muy vinculado al canal 5 en dónde trabajé durante 12 años y dónde tuve la suerte de que fuera mi jefe en el área de promociones
En efecto. Marcelo era hermano de Alberto Martínez Gómez.
Mi tío Marcelo, increíble humor y difícil carácter! Genio! Lo hizo al máximo en las reuniones fraternales en el Club Arequipa, en menos de lo que canta un gallo, hizo un apunte de mi viejo, Israel , a lápiz, ¡tan vivo! que solo faltaba que parpadee! Siempre en nuestro recuerdo
Publicar un comentario