Una
dolencia sorpresiva
nos
priva de este caballero
del
periodismo peruano
Difícil
será para el futuro, imaginar una mesa de amigos y colegas sin la presencia del
“Chino” Guerrero, Luis Alberto Guerrero Uchuya, quien ayer sábado de
esplendoroso sol, nos dejó poco después del mediodía como si este mundo en que
vivimos hubiera querido iluminar el camino de nuestro hermano hacia la gloria.
El primero de la izquierda, en foto captada por él mismo |
Difícil
será, asimismo, imaginarlo sin sus cámaras de última tecnología, con cuyo
funcionamiento nos dejaba deslumbrados, porque como hombres dedicados a la
comunicación envidiábamos su capacidad para conseguirlo y una vez se fue hasta
Taiwán, al otro lado del mundo para disfrutar una invitación, y de donde trajo
también lo más reciente para aplicarlo a su trabajo periodístico.
Analí,
una de los nueve hijos que Guerrero deja en este mundo, recuerda que hace poco
fue a Ica para recibir uno de los homenajes que enorgullecen a su familia y al
gremio periodístico, pues fue declarado Hijo Predilecto de su ciudad natal,
cuyas autoridades desmintieron así aquello de que no hay profeta en su tierra.
Lo
recuerdo orgulloso de su distinción cuando pidió disculpas por no haber
asistido a la “sesión regular” de nuestra extraoficial Cofradía del Palacio y
anunciar que traía el encargo del alcalde de Ica, de entregar una distinción
igual a un respetado colega natural de aquella tierra, encargo que cumplió
solemnemente en una ceremonia pública en la Federación de Periodistas del Perú.
Viejo edificio de La Prensa |
También
estaba orgulloso de haber llegado, como pocos periodistas de nuestra generación
al encumbrado cargo de un diario nacional como fue La Prensa de Lima, cuando
recuperó a fuerza de empeño, experiencia y sabiduría el alicaído periódico que
una dictadura dejó.
Años después se dolería de que el viejo edificio del diario estuviera ocupado por tiendas de venta de ropas.
Relataba
con minuciosidad los esfuerzos que hizo, junto a gente de la entonces vigente
Comunidad Industrial para levantar el periódico que alcanzó la circulación de
sus antiguos tiempos, lo cual en los días que corrían, eran motivo de legítimo
orgullo profesional.
Fue
miembro de mi directorio cuando a mediados de la década del 70, ocupé la
Secretaría General del Centro Federado de Periodistas de Lima y junto a otros
insignes desaparecidos, Pablo Riojas Bereche y Diógenes Puente de la Vega, me
acompañó a gestiones que dieron como resultado, el amoblamiento total del local
que la institución ocupaba en el segundo piso del edificio de la avenida
Abancay que bautizamos como Sala Democracia.
Segundo de la derecha, frente al Colegio de Periodistas |
Durante
los últimos meses mostró gran preocupación por la crisis institucional de los
gremios periodísticos peruanos y recibió algunas propuestas de grupos de
colegas para postular a un alto cargo directivo en alguna de nuestras
instituciones. Lo pensaba cuando cayó enfermo y fue hospitalizado, para no
recuperarse y, por el contrario, darnos la sorpresa de su desaparición.
Rosalí
cuenta que nunca estuvo separado de su inquietud periodística en sus últimos
días y que veía las noticias que la televisión presentaba y estaba pegado al
internet. Cumplía una labor que no lo dejaría desde cuando, como estudiante de
secundaria hizo un periódico escolar que fue el escalón, a sus 25 años, de su
inesperada corresponsalía de La Prensa, de donde no se apartaría jamás.
Y como
adelanté en breves frases ayer, Luis Alberto Guerrero Uchuya, acaba de dejar
una tarea inconclusa en defensa de la institucionalidad de nuestro gremio y
expreso el deseo de que su esfuerzo no haya sido vano, que sus gestos
democráticos nos inspiren para mantener las banderas de nuestra convicción
democrática en alto. Pero por sobre todo, hagamos honor a sus gestos humanos y
su gran valía de la amistad.
Será siempre miembro honorable de nuestra Cofradía |
Creo,
Luis Guerrero Uchuya, que nos has dejado un gran legado profesional, dentro del
cual, la caballerosidad y el especial don de gentes que te distinguió e todos
los días de tu vida, ocuparán un lugar muy especial en el corazón de todos
quienes te conocimos y estuvimos orgullosos de tu amistad.
Que las
puertas de la gloria se abran de par en par para tu espíritu. Descansa en paz,
hermano.
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