domingo, 21 de septiembre de 2014

Oktoberfest, con licencia para beber

Estalló, una vez más, la más
internacional de las fiestas
con 6 millones de visitantes

Con cuatro golpes de un enorme martillo de madera, el alcalde de Múnich, DieterReiter, abrió la espita, llenó un “mass” –lo que nosotros llamaríamos chop- de cerveza de un gigantesco barril y pronunció las palabras tradicionales: “¡O'zapft es!”. Y el Oktoberfest de 2014 se abrió, una vez más.

Un golpe de mazo da comienzo a la fiesta
Eran exactamente a las 12 del mediodía y la lluvia no apagó el entusiasmo porque esa exclamación fue la señal para que estallara la fiesta en decenas de altoparlantes y se abrieran, por 181 años, las 14 carpas de las grandes cervecerías de Baviera para dar alojamiento temporal a una población flotante que se espera este año supere los seis millones de visitantes.

Las autoridades disfrutan del primer chop
Por supuesto, el alcalde y el jefe del gobierno regional de Bavaria, Horst Seehofer, tuvieron el privilegio de apurar los dos primeros mass y, como manda la tradición, lo hicieron a conciencia, hasta dejar seco el vaso.

Tuve la suerte de asistir hace unos años a una fiesta similar y he de decir, con absoluta sinceridad que jamás vi ni veré fiesta popular tan masiva y entusiasta, un homenaje a Baco, donde nadie critica a nadie haberse excedido en unos tragos.

La cerveza es la reina de la fiesta
Parecía que el mundo había volcado sobre la explanada de Santa Teresa, donde están las instalaciones del Oktoberfest, a todos los bebedores posibles de cerveza, traídos por trenes subterráneos repletos de extranjeros que salían a la estación Teresina y corrían como locos al encuentro de su bautismo de cerveza.

Los millones de visitantes vienen dispuestos a beber toda la cerveza que les quepa en el cuerpo, a pagar diez dólares por litro, y a disfrutar de sabrosos asados de cerdo, inmensa variedad de salchichas y pollos dorados, junto a ese salado pan, el brezl, como lo llaman los alemanes de Alemania y brezn como lo llaman los bávaros y simplemente bretzel como los latinos decimos sin detenernos en detalles de pronunciación.

Hay bebida para todos los que la pidan
Múnich es la cuna de las fábricas de cerveza más antiguas, como las tradicionales Lówenbrau, Paulaner, Spatenbrau, Agustiner, Hofbrau y Hacker-Pschorr, algunas de las cuales un servidor tuvo la especial ocasión y el placer de degustar.

Si la cerveza y las cantidades que se beben -millones de litros cada día en las diez carpas- durante 14 días, son extraordinarias, también lo son los juegos: Montañas rusas modificadas para hacer más emocionantes las pendientes, cuyos vagones se dan vuelta para que la gente grite y se emocione cabeza abajo a cien kilómetros por hora.

Diversión para niños que los grandes disfrutan 
Junto a ellos, iluminados martillos gigantescos que giran en varias direcciones con docenas de personas en su agitado interior, y más allá grandes ruedas Chicago cuya parte superior está a unos ochenta metros del suelo. Todo en medio de música y despliegue de luces multicolores que atraen a los ojos más indiferentes.

Los juegos son, como en todas partes del mundo, para niños, pero los del Oktoberfest sirven también como fin de fiesta para quienes, adultos llenos de cerveza hasta el hartazgo y con deseos de agregarse una dosis de adrenalina, suben a ellos para darse una vuelta.

No hay fiesta sin música
La vuelta se las dan a ellos y no pocos terminan en una camilla hacia un hospital próximo o con el estómago revuelto hasta la desesperación por la velocidad de vértigo y por las vueltas que los ponen de cabeza para mirar el mundo al revés.

Cuando salgan, todos, sobrios y ebrios, encontrarán el siempre puntual UBan que los llevará cerca de su casa gracias al auxilio comprensivo de personal ferroviario y la policía.

El Oktoberfest es fiesta universal
El Oktoberfest da ocasión a que se vean como muy pocas veces, despliegues de la policía especial de los transportes estatales, que cuidan en todos los andenes a los tambaleantes sobrevivientes de la fiesta, para que no se caigan sobre los rieles.

Unos cuantos saldos de la bacanal cuyas fuerzas no alcanzaron para ir hasta la estación subterránea, duermen en los taludes de hierba sombreados por algunos árboles, junto a la avenida cercana, por donde, indiferentes, pasan centenares de automovilistas sin mucho ruido, como si quisieran respetar el sueño de quienes no pudieron encontrar el camino a casa.


No hay comentarios.: