De cómo se hizo realidad la
solidaridad de los más pobres
En el diario El Pueblo de Arequipa, donde ocupaba la plaza
de redactor local, allá por los finales de la década de los años 50s, se nos
ocurrió llevar una navidad como nunca la habían tenido a cinco familias pobres
entre las más pobres.
Los más pobres compartieron su navidad |
De modo que en cuanto el director del diario, el doctor Luis
Durand Florez dio luz verde al proyecto, nos pusimos en marcha con el fotógrafo
Humberto Bonilla y comenzamos a buscar a las cinco familias que merecieran la
navidad de su vida.
Encontramos en nuestra búsqueda por los barrios más modestos
de la Arequipa de entonces, decenas de familias en condiciones que merecían ser
seleccionadas. Encontramos también dos casos en que algunas señoras jóvenes
pretendían ser merecedoras de su navidad. Al final seleccionamos a cinco.
Para que al diario no le costara sino el gasto de la
movilidad y el salario de redactor y fotógrafo encargados, recurrimos simultáneamente
a solicitar a industriales, comerciantes –dueños de restaurantes y afines- y personas generosas amigas personales o del periódico, su
colaboración para el proyecto que, en realidad, tropezó con pocas negativas.
Logramos reunir cinco grandes ollas de chocolate que los donantes
prepararían justo para que llegara caliente a la casa de los favorecidos,
panetones de la conocida panadería "Las Américas", unos vales de pan para
todo el año a partir del 26 de diciembre, y de otros donantes un par de pavos al horno, varias bandejas de ensaladas y, como
adicionales, platos, tazas, cubiertos y hasta juguetes y ropa para los niños.
Esa fue la nochebuena que falté a mi casa, pues estuve con
el fotógrafo y el solidario Tomás Pinto Bellido, ya desaparecido, dueño de una
camioneta cerrada que tenía una enorme cabina de transporte, hasta las dos de
la mañana del 25 de diciembre, algo inusual porque, como los demás, siempre habíamos practicado la
norma de estar presentes en la casa familiar para la celebración de la navidad
desde su primer instante.
"Nacimiento" típico de la navidad peruana |
Pero nos consolamos con la convicción de que estábamos
ocupados en una obra de bien y que nuestras esposas e hijos lo comprenderían y
retrasarían un poco la celebración.
No voy a describir la emoción y la algarabía con que las
familias favorecidas nos recibían. Sí lo voy a hacer con la de la quinta
familia.
Tuvimos que tocar el portón del conventillo con fuertes golpes porque todos sus residentes dormían. Cuando por fin abrieron la puerta nos acercamos al cuarto que ocupaba la beneficiada con la navidad del diario.
Se trataba de una madre de cuatro hijos, residente en esa casa de vecindario donde vivían siete familias igual de pobres, en las
inmediaciones del ya casi olvidado Puente del Diablo, que marcaba el límite de
los distritos de Yanahuara y Cerro Colorado. Más tarde, el nombre de ese puente
fue cambiado por el de Juan Pablo II en homenaje al papa que visitó Arequipa en
febrero de 1985.
Luego de tocar una
puerta y ver a una soñolienta ama de casa –la misma que semanas antes nos había
recibido– le dijimos que le traíamos un obsequio de navidad.
Se emocionó hasta las lágrimas. Bajamos de la camioneta la olla
con chocolate aún caliente, los panetones, el pavo horneado, los juguetes y
todo lo que llevábamos, porque era la última visita que hacíamos.
La señora, cuyos cuatro pequeños hijos también se habían
levantado ante el alboroto, tuvo entonces el gesto que nos puso un nudo en la
garganta:
-Voy a despertar a mis vecinos para compartir con ellos esta
navidad.
Luis Eduardo Podestá
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