martes, 25 de junio de 2013

Mi amigo Javier pasó a la eternidad

Javier de Belaúnde sobrevivió en
1950 a las balas que mataron a dos
miembros de un parlamento de paz

En mayo cumplió 104 años de una existencia ejemplar

El hombre que hizo de la política “una tarea ética” y un apostolado y que “no se metió el Perú al bolsillo”, don Javier de Belaunde Ruizde Somocurcio, quien sobrevivió a las balas de una dictadura que mataron a dos de sus acompañantes cuando cumplía una misión de paz, ha muerto a la edad de 104 años de edad. 
Javier de Belaunde entró en la eternidad
Lo que no pudo una ráfaga de balas el 14 de junio de 1950 a las 8.15 de la noche en la Plaza de Armas de Arequipa, lo hizo la segunda neumonía que sufrió en los últimos días. Se había recuperado de la primera, refirió su hijo Javier de Belaunde López de Romaña, pero la segunda neumonía le asestó el golpe final después de 104 años y 38 días de una existencia ejemplar.

Aquella lejana noche de 1950, Javier de Belaunde y tres ciudadanos arequipeños habían salido de la Municipalidad de Arequipa, bajo la protección de una bandera blanca, para pactar una tregua con el entonces comandante Genaro Cardeña, jefe militar de la ciudad, ante la renuncia del prefecto coronel Daniel Meza Cuadra y evitar un mayor costo de vidas en el tercer día de una rebelión que la dictadura de Odría quería sofocar a sangre y fuego.

Don Javier, Carlos Bellido, Arturo Villegas y Arnoldo Guillén cruzaron la calzada y antes de entrar en la plaza propiamente dicha una primera descarga hirió gravemente a Bellido. Guillén, con el sombrero atravesado por una bala y Javier de Belaunde se refugiaron detrás de un pilar de mármol que adornaba la esquina de la plaza. Villegas levantó la bandera blanca y una segunda descarga lo hirió de muerte.

De Belaunde resistió sucesivas descargas y luego de volver a la Municipalidad, sede de la resistencia popular bajo la dirección de Francisco Mostajo, salió en una nueva misión parlamentaria precedido por una bandera blanca y llegó a pactar los términos de un alto el fuego en la ciudad convulsionada. 
Jura como ministro de Justicia ante Belaunde Terry
El que fuera cinco veces diputado de la nación y encarcelado por la dictadura de Odría, participó el 19 de diciembre de 1955 en otra jornada heroica en Arequipa que reclamaba libertad política plena durante las elecciones que se avecinaban.
 Prohibida una protesta pública en la Plaza de Armas, los manifestantes se pasaron rápidamente la voz: Al Teatro Municipal.

Javier de Belaunde se encaramó en un muro en construcción de lo que sería más tarde la sede del Banco Internacional para improvisar un discurso y llamó a la lucha contra la dictadura.

Los manifestantes entraron en el Teatro Municipal para escuchar a los líderes de la Colación Nacional, que agrupaba a varias organizaciones políticas que buscaban poner fin a la dictadura militar. 
El día de su cumpleaños número 100 con su hijo Javier
Pero la policía lanzó bombas de gas desde la galería del teatro hacia la platea repleta de gente. Hubo una estampida y varios heridos y otros con síntomas de asfixia.

Pero aquello fue el principio del fin de la dictadura de Odría. Días más tarde, prsionado por un paro general y protestas, el siniestro ministro de Gobierno (así denominado entonces al ministro del Interior actual) Alejandro Esparza Zañartu renunció y la dictadura con ausencia de ese brazo brutal com enzaó a derrumbarse.

Javier e Belaunde, quien mañana miércoles será inhumado en el cementerio Jardines de la Paz en un nicho reservado para él, junto al que ocupa su esposa Carmela López de Romaña, nació en el soleado valle de Majes el 18 de mayo de 1909.

Fue abogado, político e historiador y fue nom brado ministro de Justicia durante el primer gobierno del arquitecto Fernando Belaunde Terry. Fue fundador del Frente Democrático Nacional y más tarde del Partido Social Republicano, de la Liga Democrática Nacional y del Partido Demócrata Cristiano.
Nietos Alberto y Javier. A ellos dedica sus mejores palabras
Deja dos hijos, Javier e Inés de Belaunde López de Romaña.

El cariño que tuvo por la tierra donde nació se expresa en las palabras con que abre su libro Políticos por v ocación: “Al pueblo de Arequipa, que reiteradamente me brindó su confianza. Conc ariño y gratitu de Carmela, a mis hijos y nietos”.

Y en otras palabras en el mismo libro anota su profesión de fe: “Me declaro político de vocación porque considero que la política constituye un nobilísimo apostolado para quien la ejerce con decoro y patriotismo, sirviendo a su patria y a su pueblo”.


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