ahora escriben con
faltas de ortografía
Se podría decir que los miembros de la Real Academia de la Lengua, escriben sus textos con faltas de ortografía ya que no acatan las
propias normas que dieron para el común de los mortales y que figuran en su nueva Gramática española de 2010.
Preparaban el diccionario |
En efecto, hace tres años, la Academia dispuso que los
pronombres demostrativos, por ejemplo éste o el adverbio sólo, se escribieran
sin tilde, algo que los humanos comunes y silvestres acatamos como una orden
superior.
En “El alfabeto perdió dos letras” (Podestá te cuenta-10
de noviembre de 2010), comentamos que “hay sorpresas y confirmaciones” en el
nuevo diccionario. “Por ejemplo, se reafirma que solo se escribirá sin tilde.
Ya no habrá aquella diferencia a la que muchos tradicionalistas se apegaban de
poner tilde en sólo “cuando remplazaba a solamente”, como nos decían nuestros
maestros. Del mismo modo los pronombres ese, este y esta ya no llevarán tilde
jamás”.
Los académicos dictan aquí normas inapelables |
Riaño dice que los académicos son “insumisos” para con las
propias normas que dictaron y cita unos ejemplos que vale la pena destacar.
“Tampoco ha querido aceptar los consejos Javier Marías,
sillón R (de la Real Academia de la Lengua), quien en la nota previa del libro
de cuentos de reciente aparición, Mala índole (Alfaguara), asegura: ‘Sólo concibo escribir algo si me
divierto, y sólo puedo divertirme si me intereso”, critica Riaño.
Lo propio ha hecho otro académico. Riaño insiste: “El
venerable José Luis Sampedro, académico en el sillón F, trazó en el prólogo de
Indignaos (Destino) –el best seller de no ficción de Stéphane Hessel– un
panorama democrático desolador pero sin perder la esperanza de rebautizarlo, al
tiempo que dejaba claros cuáles son sus accidentes gramaticales: ‘Esto es
Europa, cuna de culturas. Sí, ése es
el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? (…)
'Mataburro'... si le caen en la cabeza lo matan (al burro) |
Prosigue: “Arturo Pérez Reverte no ha perdido ni una de
sus tildes en su asiento T. En El tango de la guardia vieja (Alfaguara) vemos a
su protagonista Max Costa abordar a una mujer que pasea sola a lo largo de la
borda de un barco, cuando el académico se salta el consejo:
“-Fue agradable-
dijo inesperadamente. “Max logró reducir su propio desconcierto a sólo un par de segundos.
“-También para mí- respondió.
“La mujer seguía mirándolo. Curiosidad, era tal vez la palabra”.
El autor del artículo añade: “La revuelta silenciosa de
los académicos continúa por Antonio Muñoz Molina, de quien leímos en La noche
de los tiempos (Seix Barral): ‘No está bien que tú digas eso. Los militares y
los falangistas se han levantado contra la República. Sólo porque tienen la ayuda de Mussolini y de Hitler no han sido
derrotados todavía’.
Luego recuerda que el académico “Salvador Gutiérrez
aclara que la decisión de aconsejar abandonar el uso de estas tildes se basó en
criterios científicos. Lo que no explica es cómo es posible que éstos –lamento el arraigo a estas tildes–
se incumplan por sus propios integrantes. Si son los usuarios los que marcan el
hábito de la lengua y encuentran el modelo leyendo a los escritores en
castellano más científicos –y más célebres– no es extraño que lo que podría
haber llegado a ordenanza quedase en sugerencia”, apunta el escritor.
Si los académicos incumplen sus propias reglas ortográficas
basadas en presuntos “criterios científicos”, ¿nos quedaría a nosotros, simples
mortales, seguir su ejemplo?
Si eso ocurriera, Dios nos coja confesados porque ni el papa que vendrá podría
desenredar el chongo(*) gramatical que se armaría en escritos comunes, literarios, periodísticos y
académicos, ¿no cree usted?
(*) Nota – Por si acaso, el término chongo que acabo de usar
está legalizado por el Diccionario de la Real Academia en una acepción coloquial
que significa escándalo (alboroto) y prostíbulo en el Perú. Chongo en Guatemala
significa rizo de pelo, en Honduras y México, moño de pelo, y en Puerto Rico, caballo
malo, ordinario, de poca fuerza y en otra acepción racimo de plátanos de
calidad inferior. (Luis Eduardo
Podestá).
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