Trece días duró su
agonía entre mentiras,
disculpas y mecidas
Finalmente, el ciudadano José Villena Petrosino, que fue ministro de Trabajo, volvió a su nivel de origen, a causa de la presión pública y mediática, que lo castigaron por haber agredido a la trabajadora Ana Lucía Ramos Mariscal y maltratado a otros servidores del aeropuerto Alfredo Rodríguez de Arequipa, la tarde del llamado martes negro, 27 de noviembre.
Castigado por agredir a una mujer
Que no quiso irse es un hecho no desmentido por los trece días en que se balanceó en la cuerda floja, mientras su aún ministerio emitía un comunicado socapador, guardaban silencio las más altas autoridades del gobierno, y algunas de ellas lo acompañaron a pedir un perdón insincero cuyo solo objetivo era mantenerse en un cargo que él mismo se había quitado.
Bien por la renuncia que aunque a destiempo, ahorra tiempo y tinta que deben emplearse en otros asuntos, bien por la presión de la opinión pública, por las declaraciones de algunos de sus propios compañeros del gabinete, por las declaraciones de congresistas que intentaron llevarlo a que rindiera cuentas antes de censurarlo, bien por la exdefensora del pueblo Beatriz Merino, que dijo con todas sus letras que “hombre que le pega a una mujer jamás deja de pegarle. Al revés: cada día se torna más violento.No caben disculpas. ¡Ese Ministro debe irse!”.
La nueva ministra Teresa Laos juró su cargo
El domingo por la noche, juramentó la nueva ministra de Trabajo, doctora Teresa Nancy Laos Cáceres, ante el presidente Ollanta Humala en una breve ceremonia en que estuvieron presentes los demás miembros del gabinete y, discretamente en un rincón, el deseoso de olvido José Villena.
Laos tiene una inmensa responsabilidad en el futuro. Lo primero que tendrá que hacer será limpiar la sombra de matonería que adornaba a su antecesor y regularizar su trato cordial con los trabajadores, fin y objetivo de su cargo.
Su noche quedó atrás
Y a Ana Lucía Ramos Mariscal, la trabajadora de la aerolínea LAN que resultó víctima del energúmeno de la tarde del martes 27, hay que decirle que su noche quedó atrás, que la vida sigue su curso y que ella tiene todo el derecho, de -si así lo desea-, olvidar aquel mal rato y dedicarse a ella misma, su familia y su trabajo porque aquello no volverá a ocurrir.
Luis Eduardo Podestá
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