Javier Ascue y tres
colegas murieron
cumpliendo su misión
Me resisto a la idea de que Javier Ascue, extraordinario reportero y ejemplar cultor de la amistad, haya muerto en un accidente en medio de la cordillera que él amaba con especial dedicación y construyo la convicción de que se encuentra en el cumplimiento de una misión, está vez en el llamado más allá.
Difícil creer que te hayas ido
Digo que Javier Ascue ha emprendido, entre los cientos de viajes que hizo en el Perú y fuera de él, uno nuevo, esta vez a la eternidad y hacia nuestro recuerdo donde estará en la portada de la memoria que nos deja.
Difícil si no imposible, será olvidarlo, porque su imagen estará presente en mi memoria, cuando, en mi calidad de “colaborador permanente” del diario El Comercio, allá por los 90, luego de dejar mi material en la mesa del “Pato” Almandoz, me iba a la redacción local a saludar a los colegas.
En busca de un avión perdido
Siempre lo encontraba “acabadito de llegar” de algún viaje. Creo que con excepción de Manuel Jesús Orbegozo, Javier exhibe en su currículo, uno de los récords de kilómetros recorridos en el Perú y el mundo, en cumplimiento de su misión.
Conversábamos de su reciente viaje y luego, como quien cumple un rito habitual, “vamos a tomar un par donde Pedro”, decía y salíamos hacia aquel restaurante acogedor, a media cuadra de El Comercio, convertido en punto de reunión de quienes, terminada su tarea del día, buscaban un tiempo de relax.
Con un jefe de las FARC en la selva colombiana
Allí, frente a unas botellas de cerveza, me dio el más significativo elogio que alguna vez escuché a mi labor en ese diario: “Estás enseñando a la gente a construir su casa con sus propias manos”.
Se refería a mi tarea de colaborador, encargado un tiempo de la página de Construcción, donde aparecían consejos de cómo realizar labores para mejorar o comenzar la construcción de una vivienda.
Años atrás, aparte de ocasionales encuentros en el cumplimiento de misiones periodísticas, nos habíamos visto en el Club Apurímac, de la avenida Brasil, donde ambos teníamos amigos comunes.
El club era el punto final de algunas noches de viernes y allí, para conversar de su última misión, estaba Javier, quien nos adelantaba que lo que nos contaba esa noche recién saldría en la edición del periódico de mañana.
Misión en la selva amazónica
Supe que se había jubilado hace unos dos años y que manejaba una imprenta en la que ofrecía servicios cómodos a los colegas que deseaban emprender la aventura o el sueño de la revista propia.
Ahora vuelvo a encontrarte, Javier, en la portada que cientos de veces estuvo dedicada a tu última producción periodística.
Ahora sé que aunque te jubilaste, los años no quebraron tu carácter de aventura en busca de la noticia que tú sabías encontrar bajo las piedras de cualquier camino, como si fueras un vidente de los que ahora quedan pocos en el mundo.
En Yungay cuando las palmeras trataban de renacer
Para tus familiares y para los de María Gilda Gómez Sánchez, Lorena Chauca y Marisol Rojas, perodistas quen te acompañaban en tu última misión en la tierra, mi solidaridad, mi condolencia y mi convicción de que tu ausencia y la de ellas será una lección para los que vivimos, disfrutamos y sufrimos la pasión del periodismo.
Luis Eduardo Podestá
(Fotos del diario El Comercio)
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