aparte de mentiroso
es experto en fugas
Quienes buscan que el exdictador Alberto Fujimori sea absuelto, no solo han olvidado sus delitos sino que la legislación peruana le pone obstáculos insalvables a quienes como él, han sido sentenciados por delitos de lesa humanidad, corrupción y secuestro agravado.
Hay algo más: los indultos no proceden sino a quienes se encuentran en comprobada fase terminal de una enfermedad. Y él no la padece.
El exdictador tampoco ha pedido perdón por los crímenes cometidos y por los cuales fue sometido a un proceso en que la justicia lo condenó a 25 años de prisión, que disfruta en un sector de una dependencia policial de Lima, rodeado de las comodidades que ningún recluso en el Perú tiene.
Allí en su “mazmorra”, como exageró su ex primer ministro Javier Valle Riestra, se ha dedicado a la pintura, a la jardinería porque no se le ha negado un gran espacio de tierra para que cultive sus flores y, además, ha recibido a sus partidarios para coordinar la campaña electoral de su hija Keiko, que aspiró sin éxito a la presidencia de la república.
Experto en fugas, el exdictador se fue en el avión presidencial cargado de maletas en noviembre de 2000, cuando la situación se le tornó insostenible al descubrirse que su cercano asesor Vladimiro Montesinos compraba con gruesos fajos de billetes a congresistas para que abandonaran sus partidos y se adhirieran a la entonces minoritaria bancada parlamentaria que tenía.
Pero el avión presidencial no arribó a Brunéi donde tenía lugar una cita de la APEC, sino que se desvió al Japón, desde donde días más tarde envió un fax de renuncia que el Congreso no aceptó y lo destituyó por incapacidad moral.
En busca de impunidad postuló luego sin suerte a un escaño en el senado japonés.
En la creencia de que los peruanos lo recibirían con loas y alabanzas y le abrirían las puertas del poder, regresó e hizo escala en Chile donde la policía lo detuvo.
El Perú gestionó y obtuvo su extradición y aquí fue juzgado y sentenciado por sus crímenes en un proceso ejemplar y público que el mundo calificó de transparente y justo.
Para llegar a la presidencia mintió abiertamente y dijo que no habría ningún “paquetazo” –manojo de medidas económicas que golpearon la economía popular– con el fin de derrotar a su contrincante Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010.
El exdictador alega que no tiene plata para pagar los 27 millones 400 mil soles de reparación civil que la justicia le impuso, pero la ONG Transparencia Internacional estimaba en 2004 que su fortuna acumulada se alzaba a unos 600 millones de dólares, de los cuales solo unos 160 millones han sido recuperados por el estado.
Hace pocas semanas, cuando se inició una campaña destinada a ablandar a la opinión pública en cuanto al indulto que su familia pensaba solicitar, su hijo, el congresista Kenji Fujimori, quien no se cansa de soltar singulares y curiosos argumentos, mostró unas fotografías de parte de la boca llagada del exdictador.
Médicos independientes han afirmado recientemente que Fujimori no tiene cáncer terminal y él mismo lo aseguró, cuando salía del Instituto de Enfermedades Neoplásicas (INEN) donde lo operaron de una lesión que se pensaba cancerosa. “No tengo cáncer terminal”, afirmó.
Ahora el Perú vive una polarización política provocada por el pedido de indulto, lo que debe oficializarse el próximo viernes, de acuerdo con el ofrecimiento del abogado César Nakazaki, que defiende al exdictador.
Cada día, las fotos mentirosas, la negación de elementos legales necesarios para la concesión del indulto y respuestas provenientes de los sectores democráticos que se resisten al engaño, llenan las páginas de los periódicos y las pantallas de televisión.
El congresista Javier Diez Canseco ha recordado hace poco, las palabras de la congresista fujimorista Martha Chávez según la cual “el objetivo de fondo, es devolverlo (a Alberto Fujimori) a la arena política con plenos derechos y, de paso, evitar el juicio de los diarios chicha por 120 millones de soles”, el nuevo proceso que el estado peruano le abrirá por haber comprado la línea informativa y editorial de varios tabloides para demoler a sus contrarios.
Diez Canseco ha puesto en guardia a la nación. Ha escrito: “El indulto consagra la impunidad, agravia al país, a las víctimas y a los más elementales derechos democráticos”.
Luis Eduardo Podestá
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