jueves, 29 de marzo de 2012

Periodista-stripper, doble empleo

La despiden porque
dobleteaba para
mejorar sus ingresos


Desde Estados Unidos donde ocurrió el suceso, hasta Europa, y por supuesto a nuestra América latina, ha rebotado el escándalo de una colega nuestra que, para aumentar sus ingresos con una ocupación ajena al periodismo, se semidesnudaba en público, por lo cual ha sido despedida del medo donde laboraba.

Sarah se prepara para actuar

Sarah Tressler, periodista de 29 años residente en Houston, Texas, perdió su empleo en el conservador Houston Chronicle, luego de descubrirse que trabajaba por las noches, fuera de su horario habitual en el periódico, “en un club como stripper”. Además tenía un blog titulado Diary of an Angry Stripper (Diario de una stripper enfadada)”, que ha sido cerrado, quizá por voluntad de la autora, ante el estrépito del escándalo.

Quizá Sarah Tressler, redactora de las páginas de Sociedad donde escribía sobre turismo y consejos para la gente común, sacudió los ánimos en las propias entrañas del lobo.

Los medios de Estados Unidos y Europa informaron que ella “comenzó a escribir en el diario en abril pasado, como colaboradora externa” pero después fue “incorporada como empleada de planta”.

El Houston Chronicle no hizo ningún comentario sobre el asunto pero su rival, el Houston Press informó que Tressler ”ya había sido despedida”.

En su cuenta de Twitter, Sarah envió el mensaje que incendió la pradera: "Tengo una confesión que hacer: ¡Era una reportera! Por favor no usen eso en mi contra". En su blog fue más explícita: "Soy stripper para gente loca y después escribo sobre eso, así podemos reírnos juntos. Eso es amor, gente".
Confesó su doble vida en su blog

Más allá de si el desnudismo profesional o striptismo –si se lo quiere llamar de alguna manera más actual– es o no una ocupación al margen de la moral como cierta gente la entiende, debo recordar –con su venia, lector, lectora– que en mis años de periodista he tropezado con similares episodios, no tan cercanos al striptismo pero de modestia lindante con la vergüenza si se le mira con ojos de no ver la realidad ni con la debida generosidad.

En tiempos “revolucionarios” conocí por lo menos a dos reporteras que combinaban su tarea con otras ocupaciones.

Una llevaba a la redacción mañanas y tardes un gran paquete de sánguches que vendía a sus colegas quienes pagaban al contado o abrían un crédito. Otra coleguita, luego de finalizada su jornada en la redacción, se iba por las tardes y parte de la noche a restaurantes y bares del centro de Lima para ofrecer a los caballeros cigarrillos, chicles, caramelos de menta. Nunca supe si el negocio adicional en que andaban les era productivo.

Otros colegas y yo mismo, teníamos trabajos adicionales. Algunos tenían suerte y conseguían trabajo nocturno en la televisión que pagaba mucho mejor que los periódicos. Otros tomaban medios tiempos en empresas para redactar notas infomativas en las entonces llamadas oficinas de relaciones públicas y prensa.

Hubo quienes hacían taxi de noche y otros abrían oficinas propias que ofrecían servicios de prensa o enseñaban en universidades o institutos.
Colgó sus fotos en la red y escandalizó al mundo

La naturaleza del trabajo adicional de Sarah Tressler, de ningún modo ortodoxo, ha causado un escándalo que parece ajustarse a normas medievales, pero como en este siglo todo tiene una compensación, creo que ella será considerada la pionera de la búsqueda de mejores condiciones económicas para el periodista, sobre todo en un país como Estados Unidos, donde todo el que consigue un empleo se cree feliz.

Luis Eduardo Podestá

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