De cómo los viejitos
pasan a ciudadanos
de segunda clase
¿Todos los peruanos tenemos los mismos derechos en la sociedad? Claro que sí, responderán mil voces desde los predios políticos y, quizá, con un poco de bochorno, algunos organismos de la economía nacional.
Peinar canas no significa incapacidad
Yo les respondería con desencanto que no. Porque si usted ha cumplido cierta edad, ha comenzado a formar un mundo aparte que hasta dispone de una legislación "preferencial" para tener asiento en los ómnibus y formar cola "chiquita" en los bancos y otras entidades.
Viví en cabeza propia esta desilusión cuando estimulado por enormes carteles que ofrecían un crédito a sola firma, me acerqué a una agraciada funcionaria, toda sonrisas ella, que me invitó a tomar asiento y cuando le pregunté por los requisitos para acceder a aquel crédito, previa enunciación de mi condición de antiguo socio de esa Caja, sin dejar de sonreír me repreguntó: ¿Cuántos años tiene usted?
Firman para elegir, no para créditos
Le dije la verdad y su rostro bajó el volumen de su sonrisa: Solo atendemos créditos para personas de hasta 69 años, dijo.
Peor fue lo que le ocurrió a un periodista a quien llamaré Víctor, hombre de empresa desde su juventud, corresponsal en diferentes épocas de La Prensa y El Comercio, dirigente de la Federación de Periodistas. Actualmente es importador y gerente–propietario de una empresa solvente que paga sus impuestos y honra sus compromisos financieros puntualmente. En lo personal, él no muestra deterioros mentales ni físicos.
Pues bien, él tenía antes de ser viejito, lo que llaman "avance de crédito" de 25 mil soles –una suerte de sobregiro con menor interés– lo que le permitía usar su tarjeta en viajes al exterior hasta esa cantidad.
Participan frente a otras edades aunque pierdan
Grandes fueron su sorpresa e indignación cuando recibió una atenta carta de la entidad bancaria con que ha trabajado toda su vida y que siempre le reconoció capacidad para obtener gruesos sobregiros. En la misiva le comunicaron que le reducían sus 25 mil soles de su "avance de crédito" a la modesta suma de 500 soles.
"Esto no me alcanza ni para ir a la misa, hermano", me dijo hace pocos días con ironía y desencanto.
Si este cliente, al que incluso en más de una oportunidad felicitaron por su condición de buen pagador, cuenta ahora con el respaldo de una empresa solvente y bien administrada, ¿por qué le niegan un derecho que con tanto esfuerzo ha ganado durante toda una vida? ¿Haber ingresado a la tercera edad lo ha convertido en un ciudadano de segunda clase? ¿Por qué le impiden su facultad de seguir produciendo y contribuyendo a favor del desarrollo del país?
A la espera de algo... todavía
Cierto es que los viejitos de quienes tan cariñosamente hablaba el excongresista Xavier Barrón, para ganar sus votos, poseen ventajas como un asiento en los ómnibus y una fila "preferencial" en los bancos, que no les permiten juntarse con el común de los mortales.
Pero ocurren efectos disciplinario-policiacos, que me obligan a solicitar muy encarecidamente, la inclusión de los viejitos entre los mortales con todos –así, todos– sus derechos porque se supone que se pasaron la vida pagando impuestos y acatando todas las leyes de la República.
Les contaré algo. El otro día, cuando vi que la cola de los viejitos en un banco, cuyo nombre me reservo, salía hasta la calle y solo había tres ventanillas habilitadas "preferencialmente", formé cola en la de los simples mortales. Pero un policía muy atento me dijo: "Señor, a usted le corresponde aquella cola".
Le dije que la palabra preferencial significa que puedo por voluntad propia hacer uso o no de ello y que optaba por quedarme aquí donde había 12 ventanillas de atención y me demoraría menos que en la cola de los viejitos. Se puso duro: "No, señor. Tiene que hacer cola allá". O sea que la fuerza pública, que se supone debe cuidar que no esté mucho tiempo de pie, me impuso hacer uso obligatorio de mi preferencia con una hora de espera en una hilera atendida por tres ventanillas –una de las cuales, decía por añadidura, "ventanilla cerrada".
En su discoteca privada de Miraflores
En la historia hay innumerables ejemplos de hombres y mujeres de la tercera edad –y hasta de la cuarta– que mantuvieron la plenitud de sus funciones mentales y facultades profesionales como Víctor Hugo, Knut Hamsun, Emilio Zolá, Arturo Toscanini, Albert Einstein, Graham Bell, Ludwig van Beethoven, Ricardo Palma, Manuel González Prada para señalar unos pocos. Ellos produjeron sus mejores obras en lo que llaman ahora la edad de oro.
¡Viejitos del Perú, reclamemos nuestra inclusión!
Nota – Este artículo fue publicado en el diario El Peruano el 16 de febrero de 2012.
Luis Eduardo Podestá
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