rusa y se convirtió en uno de los
ballets más difundidos del mundo
Me he preguntado cientos de veces cómo podría describirse una pieza musical de modo que el lector tuviera una idea exacta -o casi- de su estructura y de cómo ha sido difundida por el mundo, porque deseaba transmitirles el Bolero de Maurice Ravel.
Maurice Ravel, padre de Bolero
El Bolero fue creado por Ravel (7 de marzo de 1875– 28 de diciembre de 1937) para la bailarina y mecenas rusa, Ida Rubinstein (1885-1960), quien lo bailó en su estreno el 22 de noviembre de 1928 en la Ópera Garnier de París, es decir, hoy cumple 83 lozanos años.
Obsesionado por esa pieza de ballet, por las mil formas en que ha sido interpretada, con grandes orquestas sinfónicas, por bandas de música de cinco individuos, por un solista de guitarra o por un pianista, por el paseo que se ha dado por el mundo a la conquista y reconquista de auditorios de lo más diversos, vacilé mucho antes de comenzar esta nota.
Hay un video en que el Bolero sirve de telón de fondo para la aventura de la humanidad desde la creación del universo, las sucesivas etapas de la evolución, hasta lo que podría ser su final, en dibujos animados. Y esa es una de las formas en que el Bolero ha sido interpretado, en barcos, parques, teatros, con o sin bailarinas...
El Bolero solo se basta para ser un monumental espectáculo
El tamborilero, alma del Bolero
La interpretación del Bolero tiene un héroe: el tamborilero, que desde el comienzo de la pieza sigue un ritmo constante que eleva su volumen –in crescendo dicen los expertos–, hasta alcanzar su clímax en los últimos compases.
Me preguntaba cómo describir a ese modesto héroe musical, que a diferencia de los concertistas de violín y piano u otro instrumento “noble”, reciben el aplauso del público. Solo he visto una vez que el tamborilero fue llamado por el director Christoph Eisenbach, durante una interpretación del Bolero por la orquesta sinfónica de París. El director se acerca al joven tamborilero, lo felicita con un apretón de manos y un abrazo y lo invita a pasar delante de la orquesta para que el público tenga la ocasión de conocerlo y aplaudirlo.
Ida Rubinstein. Para ella fue el Bolero
Ahora bien, hay que decirlo, el director Eisenbach, alto, calvo, vestido de riguroso negro hasta el cuello, dirige la orquesta sin mover los brazos, sino al final. Con movimientos de cabeza, y gestos de su rostro y sus ojos que se vuelven hacia el solista de turno, dirige toda la pieza. Solo al final levanta los brazos para acentuar la apoteosis de los últimos compases.
Cómo es que el tamborilero desempeña tan fundamental papel en el Bolero, es algo que el propio autor lo quiso. El Bolero fue escrito en compás de tres por cuatro, es decir, como un vals, pero cuando usted lo escucha, difícilmente podrá identificar un parecido con ese género.
Junto con la orquesta, el tamborilero inicia su ejecución con un sonido casi inaudible, mientras la flauta casi no se escucha. Progresivamente, tanto la orquesta como el tambor elevan el sonido hasta que al final, 16 o 17 minutos después, la sala se llena con el sonido de todos los instrumentos, incluidos platillos, timbales y tambores.
Hay variantes. En una interpretación del Bolero por la Orquesta Filarmónica de Munich, el director Sergio Celibidache colgó un gran gong en el fondo de la sala y, con una teatralidad digna de la mejor película de Spielberg, arrancó estruendosos sonidos como si el cielo descargara una brillante furia sobre el mundo. Pero todo eso depende del carácter y de la imaginación de los directores.
Millones de músicos difunden su Bolero
Un solo ritmo
Pero no quiero olvidar al tamborilero. Imagine usted que golpea con los dedos la mesa que tiene al frente y que cada golpe representa un toque de tambor o un silencio como si se disparara un mensaje telegráfico. Voy a tratar de graficarlo:
Cuatro golpes-silencio-cuatro golpes-silencio-dos golpes espaciados-silencio-cuatro golpes-silencio-diez golpes. Esta secuencia se repite 169 veces
Eso es todo. Eso es todo lo que el tamborilero debe hacer, de principio a fin, levantando progresivamente la fuerza de sus golpes sobre el tambor.
Muchos directores e intérpretes han variado la velocidad de ejecución del Bolero. En uso de esa libertad de la interpretación, el gran Arturo Toscanini redujo la duración normal del Bolero de poco más de 16 minutos, como lo dictaba el original, a ocho minutos en un concierto en que dirigió a la Orquesta Filarmónica de Nueva York que actuó en París en 1930.
La Belvedere: aquí lo terminó
Maurice Ravel, quien asistió al concierto, se sintió naturalmente enfadado y se negó a estrechar la mano del músico italiano. Pero al final se resignó: “Los virtuosos son incorregibles, inmersos en sus fantasías como si los compositores no existiesen”.
Ravel murió en en 1937, y su hermano Edouard fue el único heredero de sus obras. En 1957 Edouard ofreció públicamente en París que el 80 por ciento de los ingresos que dieran las regalías por la edición y ejecución de las obras musicales de Maurice, serían de propiedad de la ciudad de París.
Su idea, según expresó, era crear un fondo y establecer un premio anual para las mejores composiciones musicales, una suerte de Nóbel de la música, una generosa intención que nunca se cumplió.
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