lunes, 22 de agosto de 2011
Favor no enviar esta nota al carajo
El carajo, viejo lugar de
castigo, tiene gran vigencia
en la comunicación actual
Quizá la orden de largada oficial de la palabra carajo, a nivel gubernamental en el actual gobierno peruano, fue la frase –por lo demás hartamente repetida por ciudadanos y ciudadanas– que disparó el flamante presidente Ollanta Humala desde un estrado en la Plaza de Armas de Lima, el 28 de julio pasado: ¡Viva el Perú, carajo!
El mandatario participó aquella vez en una fiesta popular, se acababa de instalar en el Palacio de Pizarro y salió de él a instancias de sus asesores que le recomendaban un temprano baño popular en medio de la alegría y la jarana de fiestas patrias.
Uso del carajo en la producción
Así fue y Ollanta Humala, después de un breve discurso sobre su preferencia por los pobres del Perú, lanzó la célebre interjección, que de ningún modo es nueva.
Porque antes le dio carta de ciudadanía literaria el desaparecido periodista Jorge Donaire Belaunde (1921-1987), quien concluyó cada estrofa de su poema titulado justamente ‘Viva el Perú, carajo’, con la patriótica frase que evoca otra célebre e inolvidable palabrota de Pierre Cambronne en Waterloo, oficial de Napoléon, cuando rodeado por las fuerzas inglesas que le invocaban rendición: “¡Mierda, la Guardia muere pero no se rinde!”
Donaire, apodado “el Cumpa” por la camaradería sin reticencias que ofrecía a sus colegas, y con quien me unió una amistad fraternal de muchos años, comienza así su colosal poema:
“Bueno, ha llegado el momento, / el momento esperado más de siglo y medio, / para que desde la antigua vasija de mi canto / extraiga este grito de barro estremecido. / ¡Viva el Perú Carajo!
También fue el grito de guerra de un periodista deportivo cuando en la reciente Copa América, la selección peruana batía por tres goles a cero a su contrincante: ¡¡¡Gol, goooool, carajo!!!, exclamó y lo siguieron quienes asistían al encuentro desde miles de televisores peruanos.
Lo dice el diccionario
A los oídos que se escandalizan, habrá que recordarles que carajo tiene numerosas acepciones que figuran en el Diccionario de la Real Academia Española, el famoso DRAE.
La Real Academia dice que carajo “es la palabra con que se nominaba a la pequeña canastilla que se encontraba en lo alto de los mástiles de las antiguas carabelas y desde donde los vigías oteaban el horizonte en busca de señales de tierra”.
Ese lugar, casi al final del palo mayor del barco, era el más movido por el viento y por las olas, de modo que ser destinado allá, era considerado un castigo inaguantable.
Elegante carajo del Endeavour
Me viene a la memoria que Rodrigo de Triana, el hombre que dio el grito de ¡Tierra!, salvó la vida de Colón y sofocó con su anuncio el inminente motín de los marineros de la La Pinta, estaba en el carajo cuando avistó la isla de las Bahamas, que los naturales llamaban Guanahaní y Colón bautizó como San Salvador, ya sabemos por qué.
Por eso será que cuando alguien comete un desatino y es castigado, dicen de él que “lo mandaron al carajo”.
El DRAE tiene muchas acepciones del vocablo, y autoriza su utilización en diversas circunstancias. Como expresión despectiva (“ese es un carajo”, para Costa Rica, Honduras y Venezuela).
Otra de sus formas denota enfado y rechazo (“al carajo ese informe”) o comentario agradable (“fue una jarana del carajo”), descripción de algo muy grande o intenso (“hacía un frío del carajo”, “me pegué un susto del carajo”).
Punitivo carajo del Sebastián Elcano
También puede servir para encogerse de hombros ante algo (“me importa un carajo lo que suceda”), llamar la atención a alguien (“en qué carajo te has ocupado toda la mañana”) , augurarle mal fin a alguien (“eso te va llevar al carajo”), reprender por algo a alguien (“no has entendido ni un carajo de la lección”) y entusiasmarse con alguna visita sorfpresiva (“hola, primo, dónde carajo te habías metido todo este tiempo”).
En fin, parece que la palabrita ha recobrado bríos cuando se la creía relegada al olvido, ya que el verdadero y original carajo desapareció hace siglos cuando el vapor jubiló a los barcos de vela.
A propósito, he leído en el Boletín de Nueva York, que “el carajo ya es una institución. Es la palabra que define toda la gama de sentimientos humanos y todos los estados de ánimo”.
Carabela orgullosa de su carajo
De modo que como se encuentra en el diccionario de la lengua y ha sido asumido por la sociedad como una de sus palabras favoritas, y dada su antigüedad, habrá que consagrar al carajo como una las palabras de mayor longevidad y de uso corriente de nuestro idioma, salvo error, omisión o mejor opinión…
Luis Eduardo Podestá
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
Este artículo quedo ¡¡del carajo!!
Saludos.
Publicar un comentario