Declaración personal
Pocas veces en mi vida me he sentido obligado a dar cuenta de mis actos pero ahora quiero cometer la inmodestia de explicar mi voto que siempre ha estado del lado de la democracia.
Mis primeros votos fueron en los días finales de la dictadura de Odría, por ese gran demócrata que fue el arquitecto Fernando Belaunde Terry en tiempos en que no había que escoger por el mal menor.
En tiempos más recientes, se impuso el péndulo de escoger entre dictadura y democracia y la emisión del voto se convirtió en un acto difícil que entrañaba un verdadero examen de conciencia.
Entre el García maduro que ofreció no cometer los errores de su alocada juventud del primer gobierno aprista y la presencia de un Humala que venía con el arma desenvainada, irreflexivo en política exterior, amenazante en política económica y populista en ofrecimientos sociales, preferí, tapándome la nariz, votar por García.
Esta vez nos encontramos ante un Ollanta Humala que ha madurado en cinco años hacia la conveniencia de mantener la democracia en el país y a modificar su prototipo de plan de gobierno radical y amenazador.
Ha tenido la valentía de cambiar y decirlo –y además jurarlo con la mano sobre la Biblia ante el Dios que tiene la mayoría de peruanos– que respetará la democracia, los derechos humanos y la libertad de prensa, puntales básicos de la convivencia civilizada en un país moderno. No tengo por qué no creer en su cambio.
No puedo votar de ninguna manera por la hija que asistió impávida a las torturas que su padre en el gobierno infligía a su madre en el propio palacio que los alojaba.
No puedo votar por quien se rodea de gente ducha del pasado que promete pedir cuentas al Presidente de un Poder del Estado, por la sentencia que emitió contra su padre, el ex gobernante Alberto Fujimori, por crímenes de lesa humanidad y corrupción.
No puedo votar sin incurrir en grave conflicto de conciencia por quien ocultó, oculta y disimula declarar con entera veracidad, de dónde salieron los dineros con que ella y sus tres hermanos hicieron privilegiados estudios en centros educativos de los Estados Unidos.
No puedo votar por la hija y por la gente reagrupada de un régimen que destruyó los derechos de los trabajadores, y aplastó las instituciones que mantenían el equilibrio democrático.
No puedo votar por la hija de un presidente que utilizó el engaño cuando no la dádiva, en abusivo aprovechamiento de su escasa preparación y carencias, y esterilizó a 300 mil mujeres de nuestros Andes.
No puedo votar por quien celebra que un cardenal que un día dijo que los derechos humanos son una cojudez, emita en su apoyo proclamas políticas en vergonzoso aprovechamiento del púlpito y el sagrado escenario de la fe de los peruanos.
No puedo votar por la candidata que encarna el retorno a la corrupción y ya se ha rodeado, para anunciarnos cómo será su gobierno si es que llega, de los mismos personajes que cometieron esas atrocidades en complicidad o dirigidos por su padre, condenado a 25 años de prisión por la Justicia del Perú en un acto público que el mundo entero reconoció y elogió por su limpieza y transparencia.
Sí puedo y debo votar por la persona que luchará en mi nombre y en el nombre de todos los peruanos contra aquella mafiosa organización que arrasó el Perú durante diez años de oprobio y de vergüenza.
Por eso, este 5 de junio, mi voto será por Ollanta Humala y la esperanza.
Luis Eduardo Podestá
Periodista
Ex Presidente de la Federación de Periodistas del Perú
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