al apóstol traidor: lo
cuelgan e incineran
La Semana Santa en el Perú comienza como todas las del mundo católico, con dolor y recogimiento, y termina con repique de campanas en un glorioso himno de resurrección. Pero en Arequipa hay algo más.
Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a Cristo, es "quemado" en un auto de fe, en medio de las risas de quienes asistieron la Misa del Gallo, celebrada al amanecer del Domingo de Resurrección.
Judas estalla en fuegos artificiales
La devoción y solemnidad con que se vive la Semana Santa se parece mucho –dicen– a la de Sevilla, España. Aquí también sale una procesión del Cristo Yacente en su urna de cristal, seguida por fieles que se han cubierto rostro y cabeza con una capucha negra terminada en punta.
Los encapuchados marchan en hileras a los costados del Cristo e iluminan el camino con cirios de colores oscuros, adornados con hilos dorados. Es el signo común de esos días, entre el Domingo de Ramos, que recuerda la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, y el Viernes Santo, en que morirá en la cruz.
El Domingo de Resurrección comienza en la madrugada. Los fieles han preparado la imagen del Judas traidor que será incinerada en la plaza principal de cada pueblo.
En el distrito de Yanahuara, -al otro lado del río Chili que divide en dos a la ciudad-, donde es tradicional la quema de Judas, un muñeco es colgado en un arco que se abre a la calle que, cual Calvario pavimentado, sube hasta la plaza principal.
Allí, al lado del ya famoso mirador, desde donde la vista abarca la imagen del volcán Misti, se exhibe al traidor.
Al concluir la misa, los fieles se agrupan frente al sentenciado para escuchar su testamento, verdadera pieza literaria cargada de ironía en que el pueblo reclama a las autoridades –desde el presidente de la República hasta el alcalde del distrito– que ejecuten obras para el bienestar de la gente, que den trabajo a fin de que "los pobres tengan desayuno, almuerzo y comida" y que se deshagan de los corruptos.
En exhibición mientras leen su testamento
Leído el testamento, la voz de quien dirige el acto ordena que los pirotécnicos quemen a Judas "comenzando por el pichilín". La orden se obedece y durante seis o siete minutos cada parte del muñeco estalla con precisión matemática, hasta quedar reducida a un esqueleto andrajoso.
Los viejos ejecutores de esta sentencia no convertían al traidor en un espectáculo de fuegos artificiales. Simplemente, lo rociaban con querosene o gasolina y le echaban un fósforo, mientras los conjuntos musicales de Los Dávalos o Los Errantes entonaban música típica de la Ciudad Blanca.
Para la ejecución de la sentencia, los antiguos fieles vestían al muñeco a la usanza judía para evocar la época en que Cristo fue crucificado.
Con el tiempo se abandonó esa costumbre y el muñeco luce barba y bigote o rostro pelado, polo y pantalón, o un terno que identifique a alguna autoridad que merezca figurar en el testamento.
Nota – Este artículo fue publicado originalmente en el diario El Peruano el 23 de abril de 2011. Luis Eduardo Podestá.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario