No todo es un lecho de
rosas para la nobleza
Este artículo, de
Luis Eduardo Podestá,
fue publicado
originalmente en el
diario oficial El Peruano
Con un “los cholos hemos llegado a la aristocracia española. Qué divertido”, Mario Vargas Llosa comentó su título de marqués otorgado por Juan Carlos de Borbón, rey de España.
El título de nuestro arequipeño-peruano-hispano premio Nóbel, ha sido motivo de comentarios que van de lo solemne a lo irónico y cómico.
Así, el catedrático de Murcia, Victorino Polo García, dio una exclamación en un periódico de esa ciudad: “¡bienvenido señor marqués!”, y desarrolló un perfil de Vargas Llosa que no escatima elogios a su calidad humana, su sencillez y su permanente disposición a reunirse con los jóvenes de los claustros para conversar sobre literatura.
Por su lado, el periodista Juan Fernández, ha escrito en La Crónica de Badajoz que “el club al que ahora llegan el entrenador de la Selección de Fútbol Vicente del Bosque y el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ya no es lo que era, pero aún proyecta en la sociedad un magnetismo que abre puertas”.
El rey Juan Carlos y el Nóbel Vargas Llosa
En los últimos cuarenta años, 51 personalidades han sido elevadas al rango de nobles, entre ellas el músico Andrés Segovia, los pintores Salvador Dalí y Antoni Tàpies, los literatos Camilo José Cela y Vargas Llosa, los científicos Margarita Salas y Joan Oró, y los políticos Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Marcelino Oreja y Josep Tarradellas.
Fernández duda de las ventajas que eventualmente podrían tener los nobles y precisa que, por ejemplo, “ningún lacayo recogerá a Del Bosque en carroza a la puerta de su casa, ni por ser marqués tiene libre el acceso a palacios hasta este momento vedados para él”.
Además, los títulos no tienen sueldo y por el contrario, “el día en que el entrenador y su esposa fallezcan, si su primogénito desea conservar el rango, debería pagar 507 euros al erario público”. Podría ocurrir lo mismo con Álvaro, primogénito de Vargas Llosa, si pretende mantener el marquesado.
Más que frecuentemente los sueños de las princesas y de los nobles no se cumplen cuando debieran sino cuando las circunstancias políticas o familiares lo exigen. Lo puede confirmar Victoria de Suecia, cuyo noviazgo duró ocho años, durante los cuales la gota continua labró la roca del rey Carlos Gustavo hacia Daniel Westling, el novio que no tenía de ningún rastro de sangre azul.
También puede recordarlo el príncipe Haakon de Noruega quien provocó un escándalo al casarse con Mette-Marit, quien no cumplía los requisitos reales y además había tenido un compromiso anterior. Bueno, luego de la boda se fueron de luna de miel a Dusseldorf y al día siguiente a Nueva York y al parecer, comieron perdices y fueron felices.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario