martes, 2 de noviembre de 2010

Las guaguas de noviembre

Un pretexto para hacer fiesta
y quizá conseguir novio o novia
para ese rato o para toda la vida



Por estos días, y en las próximas semanas, se renueva la vieja tradición del bautismo de las guaguas (bebés para los que no lo recuerdan) de bizcocho a cuya fabricación se dedican todas las panaderías de la Arequipa, en un plausible afán de mantener esa reliquia contra tiempo y marea.

Además, las guaguas sirven para anudar amistades en compadrazgos que a veces comienzan en Todos los Santos y duran toda la vida.

Las hay muy elegantes y decoradas

Y todo se desenvuelve de la manera más sencilla. No sé cómo ni de dónde viene la tradición, pero a la luz de mis recuerdos juveniles, el dueño o la ama de casa, suele tomar la iniciativa e invitar a amigos de la familia a una fiesta de compadrazgo.

-Quiero que seas mi compadre (o mi comadre) – suele decirse.

Y una vez contraído el compromiso, el futuro compadre compra la guagua en una panadería o en alguna canasta del mercado de San Camilo.

La guagua puede ser grande o pequeña, fina y cara, con vestidos especiales, o de las otras, según la capacidad adquisitiva del compadre (o la comadre) y “hombre” o “mujer”, de acuerdo los deseos de un futuro padre o madre.

En su canasta antes del bautismo

Las caras de la guagua también ofrecen infinidad de posibilidades ya que existen desde caritas de niños o niñas sencillas, tocadas con turbante al estilo turco (no se sabe el porqué), con gorras militares o marineras.

En fin, hay para todos los gustos, colores y sabores.

La guagua puede ser de sencillo bizcocho, con relleno de manjar blanco o sin él, con adornos exteriores que aumenten su vistosidad y colorido… y precio, o como sus deseos de lucirse lo ordenen.

Luego viene la ceremonia del bautismo. La guagua está echadita en medio de la mesa del comedor o de la sala. Los “padrinos”, hombre y mujer, vestidos para esta solemnidad, están frente a la guagua mientras quien va a oficiar de "cura" hace las preguntas más insólitas e ingeniosas. Depende del ingenio del cura para que la gente se divierta, se ría a medias o estalle en carcajadas.

El asunto es provocar la alegría de los presentes y el rubor de la madrina o de la supuesta madre de la criatura, cuando se le interroga sobre la forma en que esa “criatura” vino al mundo y si es un fruto de la euforia del carnaval. Téngase en cuenta que el carnaval fue en febrero y en noviembre se completan los nueve meses.

Una rociada muy breve con “agua bendita” que por lo general es vino o pisco, para no malograr la masa de la guagua y luego -¡horror de horrores!- la "criatura" recién bautizada es cortada en pedazos que se distribuyen entre los invitados.

Y sigue la fiesta. Los padrinos y nuevos compadres salen a bailar e instan a los presentes a sumarse al ruedo.

Hay dos parejas más comprometidas: los supuestos padres de la guagua, que por lo general devienen en noviazgos y compromisos serios para toda la vida y los padrinos, también supuestos, que bien pueden llamarse compadres en el futuro o atarse sentimentalmente para mantener este lazo que comenzó en Todos los Santos y puede durar para siempre.

Costumbres que poco a poco van perdiéndose en el tiempo y en el vértigo de la vida moderna, pero que, al resucitar de cuando en cuando, o al ser alentadas por autoridades querendonas de lo propio, contribuyen a propiciar un momento de nostalgia evocación por algo que no debe perderse en el olvido.


Luis Eduardo Podestá

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