lunes, 4 de octubre de 2010

Una ley seca que no sirve

“Ley seca” electoral no se
acató ni en las mejores familias

Hay una obsoleta “ley seca” que rige en las elecciones peruanas, según la cual, ni candidatos ni electores pueden celebrar el triunfo –si triunfan– ni tomarse un trago de frustración en caso de resultar los perdedores de una justa electoral, porque la prohibición rige 48 horas antes y termina 48 horas después de emitidos los sufragios.

En las elecciones del 3 de octubre de este año, cuando unos seis millones de peruanos se volcaron a las calles para emitir su voto, debieron elegirse gobernantes regionales en las 25 regiones en que el Perú está dividido y al mismo tiempo, a sus autoridades municipales de provincias y distritos.


Bienvenida loncca con manos vacías en aeropuero de Arequipa

Aparte de ello, el elector tuvo que participar en un referendo y votar por el sí o por el no para obligar al gobierno a devolver cientos de millones de soles a quienes pagaron un impuesto que debieron servir para la construcción de viviendas y se constituyeron en un Fonavi (Fondo Nacional de Vivienda) que durante la dictadura del japonés que purga prisión en estos momentos, fue metido a las arcas del estado, después de lo cual, nadie supo qué hicieron con él.

Viejos fonavistas que no aceptan "perro muerto"

Según primeros datos sobre el resultado del referendo, el “Sí” (los que quieren que les devuelvan su dinero) obtuvo 1.562.721 votos, mientras que el “No” (los que se resignan a perderlo) logró 760.924 votos en todo el país. As{i, pues, no cientos de miles de trabajadores y ex trabajadores no dejarán que el perro del hortelano les haga el perro muerto.

De modo que los participantes en estas elecciones, no pudieron celebrar (públicamente) como hubiera sido su deseo con un vaso de cerveza o un piscosauer en la mano, el triunfo de su candidato. O ponerse a llorar con un trago cualquiera la derrota, que bien pudo significar eventualmente la pérdida no solo de posición política sino de beneficios económicos.

El único que tuvo la sinceridad de declarar públicamente en una entrevista de la televisión que “después de esto me voy a tomar un trago con mi compadre Lay”, en plena vigencia de la ley seca, fue Pedro Pablo Kuczynski, ex primer ministro y ex también ministro de economía en el régimen de Alejandro Toledo.

Su compadre Humberto Lay fue candidato a la alcaldía provincial de Lima y se encontraba en el tercer lugar con 8,6 por ciento de los votos.

Pero los comunes y silvestres electores, sobre todo aquellos que debieron viajar a otro lugar para emitir su voto no pudieron –no debieron– tomar ni un trago por su llegada –salvo error u o misión– ni por el triunfo o derrota de sus políticos favoritos.

Muchos recurrieron al truco de la taza de té


El error u omisión es que en muchas ciudades y pueblos del país la ley seca estuvo más mojada que en carnaval. Se respetó solo en la medida de que las multas a los infractores, si se dejaban sorprender, eran realmente fuertes. Pero hubo infracciones hasta en las mejores familias.
Muchos, por supuesto, fueron sorprendidos y quizá sometidos a un arresto policial, más por escandalosos que por haber ingerido licor, pero fueron también muchos los que celebraron la fiesta democrática con todas las de la ley (no seca) y resultaron indemnes.

Felizmente, la voz solitaria de un congresista (1), se ha elevado para pedir la derogatoria de esa ley incumplida. Quién no esté de acuerdo con él que levante la mano. Y quizá para las próximas elecciones se pueda celebrar sin hipocresías y no a ocultas como en las que acaban de pasar.

¿O van a decirme que en los predios políticos, alrededor de la plaza de armas y en otros cientos de lugares hubo abstinencia total?


Luis Eduardo Podestá

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