drogas será la muerte de
las mafias del narcotráfico
Un día, los peruanos amanecimos con grandes titulares en los medios de comunicación: Se promulgó la ley que legaliza las drogas.
Simultáneamente, los informativos de televisión y de la radio informaban que la policía arrestó a varios sujetos que con ketes en la mano lo ofrecían en las cercanías de los colegios, y los entregaron a una fiscalía de prevención del delito.
Los medios dijeron que, de acuerdo con el nuevo dispositivo, los esperaba por lo menos una condena de diez años de cárcel sin posibilidades de beneficios penitenciarios.
Discretos anuncios aparecieron en la televisión y fueron difundidos por la radio, indicando en qué farmacias privadas y del estado se vendían cigarrillos de marihuana y dosis de cocaína, entre otras, con la advertencia de que quienes adquirieran esos productos podían atentar contra su propia salud.
Los ciudadanos recordaron que las bebidas alcohólicas muestran una advertencia similar: Beber en exceso es dañino para la salud. Y que en las cajetillas de cigarrillos aparece también una leyenda que advierte Fumar es peligroso para la salud.
Desde ese día cada quien era dueño de atentar contra sí mismo, en la máxima expresión del libre albedrío, la libertad y el discernimiento con que Dios premió a los seres humanos, siempre y cuando ya fuera mayor de edad, y adquirir para su consumo toda la droga que quisiera como ya se hacía con el alcohol y el tabaco.
Un reportero de la televisión informó que en los lugares conocidos como centros de expendio clandestino de drogas, donde habitualmente patrullas de la policía realizaban batidas, todo estaba muy tranquilo y los efectivos policiales estaban dedicados a otras tareas.
Añadía que parte de los policías destinados antes a batirse con los comercializadores de cocaína y otras drogas, habían sido destinados a vigilar las inmediaciones de los colegios.
Explicó que, en acatamiento a la nueva ley, quien fuera sorprendido en posesión de drogas a menos de 200 metros de un centro de estudios, debía ser detenido y puesto a disposición de un fiscal por presunción de comercialización o venta de drogas a menores.
En distritos periféricos donde el comercio ilegal, fue hasta ayer, un soterrado negocio que dejaba enormes utilidades, cesó todo movimiento comercial.
Todo lo anterior es ficción. Es, considero, lo que puede ocurrir si un día, los peruanos amanecemos con una ley que al legalizar las drogas, les quite definitivamente el piso a los narcotraficantes y comercializadores de toda monta que pululan por todas las ciudades, envenenando a los jóvenes desprevidos.
La idea que lanzó Mario Vargas Llosa y que hace décadas fue propiciada por el economista Milton Friedman y otros importantes personajes de la talla de Fernando Savater, tuvo la virtud de propiciar un debate que hoy sale a los medios de comunicación.
Ayer jueves 11, el abogado Alonso Núñez del Prado, autor de un “Alegato a favor de la legalización de las drogas”, fue acogido por el decano de nuestra prensa, nada menos que el diario El Comercio.
”Somos cada vez más las personas que pensamos que la forma de solucionar el problema del narcotráfico es legalizando las drogas. De esta manera los precios bajarían abruptamente y dejaría de ser el gran negocio que es hoy día. Por supuesto, la publicidad tendría que estar prohibida”, dice en su primer párrafo.
Tras recordar lo que ocurrió con la ley seca de los Estados Finidos entre 1920 y 1933, el autor de la nota dice: “Como los precios bajarían radicalmente, su comercialización dejaría de ser tan atractiva y los fondos que hoy destinan los estados a luchar contra el narcotráfico podrían dedicarse a un trabajo de prevención, de atención y recuperación de drogadictos”.
Esto es algo que ya el estado hace pero recurriendo a fondos que salen del erario y quitan recursos a otros proyectos de desarrollo destinados al bienestar de la gente.
Añade: “La persecución al narcotráfico (tal como se desarrolla hoy) difícilmente llegará a buen puerto y lo único que conseguirá es mantener los precios altos y que la comercialización de drogas sea un gran negocio, aunque solo para inescrupulosos —por desgracia muchos— que no se ponen a pensar en el daño que causan”.
La verdad, don Mario Vargas Llosa, quienes abogamos por la legalización, no desde ahora sino con poca suerte desde el pasado, creemos que esta oportunidad no debe echarse al tacho.
Si una personalidad como usted encabeza esta cruzada, las personas que sufren las consecuencias de la drogadicción y los países que luchan y se desgastan en la lucha contra ese poderoso monstruo, tendrán una posibilidad de lograr, por fin, la destrucción de las mafias.
El prestigioso periodista Gustavo Gorriti, publicó por su parte, en Caretas de la semana pasada, un artículo sobre “Insurrecciones con fines de lucro”, dedicado a analizar el martirio y la violencia que azota a las naciones que sufren la presencia de las mafias.
Y destaca: “¿Cuál es la mejor estrategia de contrainsurgencia frente al narcotráfico armado? En semanas recientes, tanto Mario Vargas Llosa como el recientemente fallecido escritor Tomás Eloy Martínez adelantaron su propuesta: Despenalizar o legalizar, para arrebatarle al narcotraficante el poder de la sombra y del lucro.
"Hay alternativas, diferentes o complementarias, pero esa es una propuesta seria, que debe ser discutida y debatida, junto con las estrategias dirigidas a lograr un combate más eficaz contra el crimen organizado", prosigue.
"Concentrar energías en combatir a la plutocracia del narcotráfico antes que al proletariado de la coca, es el tipo de cambios de estrategia que hay que hacer para vencer horrores como los de Ciudad Juárez y evitar que multipliquen latitudes”, precisa Gorriti, finalmente.
Satisface comprobar que quienes solitarios y dispersos en el pasado, opinábamos por la legalización de las drogas, hoy no estamos solos.
Luis Eduardo Podestá.
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