lunes, 16 de noviembre de 2009

Marcelo, el poeta, vive su tercera juventud

Bajo el cielo de Arequipa, el pintor,
humorista, periodista, poeta y pìanista
Marcelo Martínez está "Sin ortografía"





Marcelo Martínez Gómez está viviendo su tercera juventud que “transcurre hasta los setentaitantos” y como todo joven maduro está dedicado al trabajo en el diario El Pueblo de Arequipa para el cual escribe tres veces por semana, su festejada columna Frases para la histeria.

Marcelo, en un momento de distraída meditación


Alguna vez escribió "los británicos creen que el humor se abre con una llave inglesa", o "el envidioso es un fulano letal", o "el oftalmólogo toma vacaciones por un desprendimiento de rutina", o "la olla es la misma, solo cambian los grillos", o "si los poetas recetaran y los médicos recitaran, tal vez los muertos resucitaran"... Y así hasta el infinito.



Lo recibieron con sus páginas abiertas los diarios Última Hora, Correo, Expreso, tuvo la generosidad de colaborar con mi revista Mistinoticias, "una publicación sin fines de locro" y con la famosa Selecciones que acaba de pasar a mejor vida, como se dice de los que han dejado los quioscos de este mundo.

Pero esta vez -como ya lo hice antes en una crónica perdida- quiero contarles del poeta, cuyo recuerdo me fue traído hace poco a la actualidad, por una amiga común Matilde Nadig, arequipeña residente en Berna, Suiza, a quien le gustaron hasta la admiración incondicional los versos de Sin ortografía, el libro de poemas del periodista, humorista, bohemio retirado, extraordinario retratista y genial pero ocasional pianista Marcelo Martínez.

En el viejo diario Expreso, allá por los 60s, compartimos muchos buenos y luminosos momentos, cuando Guillermo Cortez Núñez, el recordado Cuatacho, el director, lo contrató para que hiciera los titulares del periódico en su más floreciente época, algo que Marcelo cumplió con certeza, ingenio y su habitual imaginación.

Junto a una obra no tan reciente



También compartimos buenos tiempos en El Pueblo y hasta cuando estuvimos en dos ciudades separadas por mil kilómetros de tierra, y nos encontrábamos ocasionalmente en Arequipa y recorríamos los lugares donde la bohemia era carne y alma de nuestras inagotables sesiones de tertulia y risas. Hace un par de años sufrió un accidente que lo mantuvo temporalmente inactivo pero su decisión, su voluntad de vivir y recuperar el sitio que le corresponde en el olimpo de la poesía y el humor fino, lo devolvieron a las páginas del diario El Pueblo.

Hoy, repito, vamos a hablar del libro que ese humorista nato le obsequió a la humanidad y que tengo la suerte de tener entre mis manos. Vamos a hablar y a reproducir algunos de sus poemas, que a pesar del paso de algunos años se mantienen tan frescos como el día en que salieron de la imprenta.

SIN ORTOGRAFÍA

Hoy he amanecido sin ortografía
con una H rebelde en un omóplato
y todas las demás en mitin
para exigir derecho a voz
y absoluta independencia de la C.
Sin haches mis huesos sienten frío,
he perdido los interrogantes,
no sé dónde he puesto la mayúscula de Dios
y al lloverme tantos puntos suspensivos,
he escrito mis pasos con abreviaturas,
para no huirme tanto,
que deba volver a llamarme la atención.
Hoy he amanecido sin ortografía
y voy a poner en orden mis olvidos,
yendo al primer paso,
recogiendo todo lo perdido,
desandando esquinas y mercados,
hasta encontrar el dialecto sin signos,
el balbuceo de la voz y de los pies.
En los ojos me restregué haches disidentes
que enmudecen las imágenes.
Y en mi frente
voy sintiendo en escozor pentagramado
que las brisas,
gravitando en paralelas de tiempo,
escriben música legible,
para quienes tengan un título de nobleza
en la mirada
y ortografía en el alma.


CATARRO

Si es recuerdo todo lo que vivo,
¿por qué vivo si no quiero recordar?
Si a la razón no le importa el sentimiento,
¿por qué el corazón desgarra mi cerebro?

Para olvidar,
una copa y otra copa,
dicen.
¡Mentira!
Una copa y otra copa
y el hígado se pone también sentimental.

Ya no puedo ni beber, porque mi olvido
es recuerdo sin conciencia cuando bebo.
¿Dónde estás ahora que te veo?
¿Dónde estoy cuando me miras?
¿Dónde, dónde mi pañuelo
para enjugar este catarro metafísico,
prodigio de pituitaria, salvación de mis ojos
que no lloran.


CERA

¿Tú sabes cuánto esperó el renglón
la expresión matutina de un verso?
¿Y cuánto esperó el blanco lienzo
la pincelada triste de un pintor?
¿Tú sabes cuánto esperó la alborada
de esta noche el reposar de un vaso,
o cuánto mis labios esperaron
el vacío tiempo
resonando en un beso?

El muro se antepone al sentimiento,
no quiere dejar pasar la noche
para poner punto a la silenciosa luz
que surge sólo para dictar a la cera
esta pita cualquiera
que no logra apagarse todavía.

Y en la cera,
que hace tiempo dejó de ser pedernal
invoco al paréntesis que hacen las noches
y a la mirada fluorescente
que la ciencia robó al Sol,
les pido, te pido
que no se apaguen las ceras todavía,
porque a mí me han dado una vela
en este entierro.


VIENES

Vienes con el cielo agolpado en tu mirada
dictando con tus pasos
los latidos de mi corazón.
Diáfana de todas partes vienes,
y tu diafanidad la estrecha mi alma
con sus brazos de cristalino tormento.
Vienes hasta que tu presencia se nubla
destilándose en fragmentos por mis ojos.
Llegas a mi triste morada mortecina,
y te hablo de lo infinito que yo quiero;
pero tus labios no responden,
y sonríen a horcajadas sobre mi lamento.
Tú vienes desde el cielo,
pero yo regreso desde estratos lejanos
de hombre triste desde siempre.
Llegas tarde porque yo me voy temprano,
temprano o tarde es la hora en punto
cuando se tiene que partir.
Ya habrá terminado el cielo de tus ojos,
no habrá número ni dirección
ni existirá el recuerdo.
Mis latidos serán pasos
arrastrando cadena sangrante e infinita,
mis suspiros sumarán los engranajes de tu olvido,
y el arcano soplo que alentó mi vida
escribirá en el cielo mi lamento para que lo lea Dios,
si es que Dios sabe leer...


NEURALGIA

Me duele la vida
hasta la suela de mis zapatos.
¿Para qué tanto caminar
si al final remolemos en el mismo circulo?
Seamos como aquellos,
que al dar un traspié en la fosa,
siguieron caminando.
Me duele la cabeza
hasta la funda de la almohada.
¿Para qué tanto dormir
si al final no habrá quien nos despierte?
Seamos como una procesión de teas en las noches,
sólo así podremos dar la mano a las estrellas.
Me duele el alma
hasta el último confín del Universo.



Con su batería de lápices listos para entrar en acción


Y es todo por hoy. Una próxima vez les haré una nueva entrega para que nadie pierda el compás de la ortografía poética de Marcelo. (Luis Eduardo Podestá).




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