a la inmortalidad cumple cien
años este lunes 18 de mayo
Veo a Javier de Belaunde, la tarde del 21 de diciembre de 1955, encaramado en una columna de un edificio en construcción de la tercera cuadra de la calle Mercaderes.
Grita su rebeldía contra la dictadura de la junta militar frente a una masa de arequipeños que vienen de la plaza de Armas y en ese Belaunde veo al ciudadano de aquel llamado Parlamento Trágico que la noche del jueves 15 de junio de 1950 se dirigía defendido por una bandera blanca (que era en realidad el mandil de un médico) a parlamentar con el sanguinario comandante Genaro Cardeña, quien había reclamado la presencia de representantes de los rebeldes que habían tomado el local de la Municipalidad de Arequipa en medio de la rebelión popular de aquella fecha.
Veo a Javier de Belaunde entre la ráfaga de metralla que Cardeña ordenó en violación de todos los principios de la guerra, y veo caer a su lado, heridos de muerte a Carlos Bellido, quien portaba la bandera blanca y a Arturo Villegas.
Veo a Javier de Belaunde en el piso de aquella esquina de la plaza de Armas de Arequipa, angustiado junto a Arnoldo Guillén, representante de la Sociedad Agrícola, tratar de auxiliar a los heridos mientras las balas de los soldados de la dictadura silbaban sobre sus cabezas y alrededor de ellos.
Veo a Javier de Belaunde en la Cámara de Diputados y veo, finalmente a don Javier Belaunde el historiador, hace dos años, en uns silla de ruedas, dictar una conferencia sobre Simón Bolívar, en el viejo hemiciclo del Senado de la República, durante la cual hizo gala de su conocimiento del personaje de la historia y ofreció una demostración, a los 98 años de edad, de encontrarse perfectamente lúcido.
Ese hombre que veo en cada párrafo tiene este 18 de mayo de 2009, su cumpleaños número 100, y lo celebrará, como debía ser en el Museo Nacional de Historia, llamado también la Casa de Bolívar, en Pueblo Libre, que será el ambiente donde quienes lo conocemos y tenemos el honor de ser sus amigos, le rendiremos un homenaje.
Conocí a don Javier en circunstancias muy especiales. Recién comenzaba lo que se llama “carrera periodística” en la corresponsalía de La Prensa en Arequipa, cuando el jefe, don Samuel Lozada Tamayo, nos ordenó a quienes estábamos en esa redacción, que fuéramos a cubrir una demostración popular contra el dictador Manuel Odría.
Era diciembre de 1955 y seguí a los manifestantes desde la plaza de Armas, donde fue la concentración fue desalojada y se dirigía al Teatro Municpal, porque las autoridades habían negado permiso para la manifestación, que de todas maneras se iba a realizar, convocada por Pedro Rosello, líder de la Coalición Nacional.
Sobre ese episodio tuve el honor de incluir en mi libro Cuatro días de junio, un artículo en que don Javier recuerda la heroica jornada de junio de 1950, uno de cuyos fragmentos me voy a permitir regalarles:
“La sangre vertida y las vidas segadas tonificaron el espíritu cívico de Arequipa, que se manifestó en otra gran jornada: la del 21 de diciembre de 1955. La protesta callada durante varios años de dictadura, tuvo su expresión en ese gran movimiento que derribó al ministro de Gobierno de entonces.
“Muchos de los que participamos en la Rebelión de 1950, volvimos a tener activa intervención en la protesta popular de 1955, cuando la Coalición Nacional dirigida por don Pedro Roselló, organizó una actuación en Arequipa, que fue impedida por el autoritarismo dominante. La ciudadanía convocada se irguió contra el atropello y congregada en la calle Mercaderes, esperaba la dirección oportuna para ocupar el Teatro Municipal. Un grupo de arequipeños encabezamos la acción. Al arengar al pueblo (también lo hicieron Mario Polar, Cornejo Chávez y Carlos Enrique Ferreyros), desde uno de los pilares en construcción del Banco Internacional, señalé la trascendencia de la hora actual, evoqué el heroísmo que demostró el pueblo arequipeño en la jornada de junio de 1950, cuyos héroes desde la inmortalidad nos alentaban con su ejemplo para enfrentarnos al despotismo y obligarlo a cambiar de rumbo, para terminar con sus arbitrariedades y abrir el camino a la constitucionalidad democrática.
“En conmovedora solidaridad, la ciudad se decidió a la lucha. Después de tres días tensos y cargados de zozobra, se produjo la caída del hombre fuerte del régimen odriísta, el temido ministro de Gobierno, don Alejandro Esparza Zañartu. Con ella, la dictadura quedó herida de muerte. Se abrió paso el retorno a la democracia. Una vez más, Arequipa había triunfado, y con ella el país todo. Así, nuestra ciudad ratificaba su enaltecedor título de “caudillo colectivo del Perú”.
Así escribe don Javier de Belaunde Ruiz de Somocurcio, este hombre centenario que nunca se doblegó ante ninguna dictadura, ni ante los problemas que le dieron sus luchas por la libertad y la democracia y hoy se enseñorea ante la vida frente a la inmortalidad que ya es suya.
2 comentarios:
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