viernes, 27 de marzo de 2009

Poder Judicial: 21 % de aprobación





Los medios pasaron por alto
un porcentaje estimulante


Después de mucho tiempo, el Poder Judicial pasó la barrera de los 20 puntos en la aprobación de la ciudadanía y se situó por encima del Poder Legislativo que permaneció en un 19 por ciento. El primero había ganado seis puntos con relación a una anterior consulta y el Congreso cinco, según una encuesta de mediados de este mes.

Creo que los periodistas y editores de los medios de comunicación sí se dieron cuenta de aquel salto, pero lo soslayaron porque no era “una noticia grande” que pudiera captar la atención de los lectores y quizá porque era una buena noticia.

El hecho es que ese 21 por ciento de aprobación del Poder Judicial, solo mereció la mención que hizo entre cincuenta datos más, el diario que publicó la encuesta y la atención de algunos –me imagino que escasos– lectores acuciosos.




Ese 21 por ciento fue conseguido tras muchos años en que la percepción del público frente a uno de los poderes del Estado, era tradicionalmente negativa y nunca llegó a superar el 15 o 16 por ciento en sus mejores épocas.

Se recuerda que a mediados del año 2006, cuando una campaña contra la corrupción difundida por gran parte de los medios le permitió al Poder Judicial ganar algunos puntos de aprobación, fue descubierto un magistrado que recibía una coima y la creciente y esforzada construcción de la buena imagen se desplomó por un periodo indeterminado.

Fue decepcionante que los medios, tan alertas cuando se trata de descubrir las malas noticias, hayan pasado por alto el 21 por ciento, y no lo hayan mencionado siquiera en un acto de generosidad, de objetividad y de estímulo para un poder del Estado vapuleado desde arriba y desde abajo.

Y si nos ponemos a analizar un poco este florecimiento aún indeciso e incipiente de la popularidad del Poder Judicial, hay que tener en cuenta algunos factores significativos.

El Presidente Javier Villa Stein comenzó sus funciones con un viaje en que atravesó nevados en caravana terrestre, hacia Huancavelica y Pasco, para cumplir misiones propias del cargo. Luego se dirigió a Puno, donde inauguró entre aclamaciones de satisfacción de los pobladores, el primer juzgado de paz en una isla flotante del lago Titicaca.

El doctor Villa Stein con el flamante juez de los uros, Carlos Lujano Charca, sobre una flotante isla de totora





Cierto que la noticia tenía varios ingredientes que la convirtieron en apetecible –era el primer nuevo juzgado que se instalaba en la cima del mundo y flotaba sobre una isla de totora– y los medios locales y nacionales le dieron buena cobertura por lo que, atraídas por lo que era un hecho singular, algunas agencias extranjeras la rebotaron alrededor del planeta.

Aunque no era el primer presidente del Poder Judicial que visitaba Puno –antes lo hizo el doctor Francisco Távara y fue el primer magistrado de tan alto nivel que visitaba el distrito judicial de Puno en toda la historia de esa Corte Superior– el doctor Villa Stein llegó para una ocasión solemne como la apertura del juzgado de paz del pintoresco e insular distrito Uros-Chulluni e inspeccionó otras provincias de ese olvidado departamento.

Otro factor que a mi juicio, contribuyó a levantar el favor de la percepción ciudadana fue el proceso al ex dictador que, de acuerdo con la opinión de observadores propios y del exterior, imparciales e insospechables de emitir juicios sesgados, se lleva con toda garantía y transparencia, ante el público que lo sigue a través de la televisión y la radio “en vivo”, en tiempo real.

Cuando los mismos medios están pegados al Congreso y al palacio de gobierno, para difundir los más leves dislates y aciertos de legisladores y gobernantes, le cabe a uno la tentación de señalar una discriminación que, con el correr de los años y las décadas, ha contribuido a retirar de los ojos del ciudadano la imagen de este Poder del Estado, señalado como el Tercer Poder pero no por tercero el menos importante para la vida de la nación.

De esta manera, la sociedad peruana no conoce verdaderamente a su Poder Judicial. Sólo conoce a su Poder Ejecutivo y a su Poder Legislativo porque un enjambre de comunicadores está pendiente de lo que sus protagonistas hacen o dejan de hacer y la opinión pública los juzga, como si dijéramos, en directo.

A pesar de la presencia de magníficos hombres y mujeres de prensa destacados “en judiciales” según la jerga periodística, sus buenas noticias –las llamadas positivas– no merecen las atenciones de los editores. Solo las malas, como si aún estuviera vigente la palabra guía de aquel lejano William Randolph Hearst, director del New York Journal de los años 1890s, según la cual la mejor noticia es la peor noticia.





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