(Y también para el que no lo es)
Carnaval y carnestolendas
En un blog amigo –Rómpete el ojo– que tan bien lleva mi amigo Vladimir Terán acabo de ver una serie de viejas y nuevas imágenes de las fiestas de carnaval o carnestolendas (no es lisura ni alusión a señoras gordas) que sin querer queriendo, me han traído a la memoria algo que vale la pena recordar.
Te cuento que durante mi breve paso por la redacción del desaparecido diario El Deber de Arequipa, de propiedad del Arzobispado, un nuevo reportero tuvo el atrevimiento de escribir “carnes tolendas”, así, separando la palabra y el director de entonces, el presbítero Erasmo Hinojosa, primero saltó hasta el techo y luego tuvo la amabilidad de explicarnos por qué los carnavales tenían ese sinónimo que parecía una mala palabra.
De paso le recomendó al novel reportero que en lugar de adornarse escribiera las palabras más sencillas. El reportero estudiaba entonces biología en la Universidad de San Agustín y lo último que supe de él, es que se convirtió en un experto del Instituto del Mar.
El caso es que monseñor Hinojosa nos dijo que carnaval proviene de la palabra italiana carnevale, que a su vez deriva de carne levare que significa privarse de la carne, ya que después de las fiestas alocadas de febrero debe venir un periodo de arrepentimiento, que se llama cuaresma, algo que con algunas variantes practicamos hasta hoy y que si se llevara con verdadera convicción cristiana nos llevaría a privarnos de un buen churrasco durante 40 días.
La palabra española carnestolendas proviene, de acuerdo con un especialista de la Real Academiam del latín tollere que significa abandonar y en este caso, abandonar la carne.
Te cuento que durante mi breve paso por la redacción del desaparecido diario El Deber de Arequipa, de propiedad del Arzobispado, un nuevo reportero tuvo el atrevimiento de escribir “carnes tolendas”, así, separando la palabra y el director de entonces, el presbítero Erasmo Hinojosa, primero saltó hasta el techo y luego tuvo la amabilidad de explicarnos por qué los carnavales tenían ese sinónimo que parecía una mala palabra.
De paso le recomendó al novel reportero que en lugar de adornarse escribiera las palabras más sencillas. El reportero estudiaba entonces biología en la Universidad de San Agustín y lo último que supe de él, es que se convirtió en un experto del Instituto del Mar.
El caso es que monseñor Hinojosa nos dijo que carnaval proviene de la palabra italiana carnevale, que a su vez deriva de carne levare que significa privarse de la carne, ya que después de las fiestas alocadas de febrero debe venir un periodo de arrepentimiento, que se llama cuaresma, algo que con algunas variantes practicamos hasta hoy y que si se llevara con verdadera convicción cristiana nos llevaría a privarnos de un buen churrasco durante 40 días.
La palabra española carnestolendas proviene, de acuerdo con un especialista de la Real Academiam del latín tollere que significa abandonar y en este caso, abandonar la carne.
Ahora bien, es natural que luego del carnaval deba haber un periodo de arrepentimiento, pues esa gran fiesta que a todos nos agrada –pero más a los brasileños, a los venecianos, a los colonenses, a los cajamarquinos, a los puneños, a los arequipeños y todo aquel que tenga a la mano una banda de música y un disfraz– se origina en las orgías del imperio romano cuando se rendía homenaje a los dioses Baco y Saturno, por lo cual eran llamadas también bacanales y saturnalias.
Y bueno, ahora que se fue el carnaval, hay que entrar en la cuaresma con sinceridad cristiana si es que hay algo de qué arrepentirse aunque uno no sea congresista o gobernante que acaba de rechazar una donación de dos millones de dólares para la construcción del Museo de la memoria.
Hasta el próximo taller que quizá les sea provechoso...
La foto pertenece al blog Rómpete el ojo de Vladimir Terán Altamirano
1 comentario:
Interesantes precisiones. Gracias por la mención.
Publicar un comentario