Allí se inició la segunda etapa
de la historia de la humanidad
Los pobladores de Cajamarca y los cajamarqueses residentes en otras regiones están seguros de que en esa ciudad, el sábado 16 de noviembre de 1532, con la captura de Atahualpa y el consiguiente ofrecimiento de un cuarto lleno de oro y dos de plata, se inició la segunda etapa de la historia de la humanidad.
También afirman que el monumento que recuerda ese trágico instante de la historia se encuentra a unos 40 metros de la plaza de Armas de Cajamarca, en el jirón Amalia Puga 722, donde hoy se exhibe como única herencia incaica en la ciudad, el llamado Cuarto del Rescate, que fue colmado de objetos de oro y plata, hasta una línea marcada por la mano alzada del inca en desgracia, quien a pesar de todo, iba a ser sacrificado por la ambición de los conquistadores españoles asombrados de ver tal cantidad de riquezas juntas.
Pero como suele ocurrir, no siempre la riqueza es fuente de bienestar ni de felicidad y los reyes de España, lejos de utilizarla en combatir la miseria de sus pobladores, la emplearon en cristalizar sus ambiciones de conquista hasta crear un reino donde jamás se ponía el sol pero abrió las puertas de la guerra y la desgracia para millones de seres humanos.
El cuarto de piedra
Se trata de un ambiente sin techo, de casi tres metros de alto, 7.6 metros de largo y 5.70 metros de ancho. A cierta altura, probablemente por encima de la cabeza de un hombre de alta estatura hay tres hornacinas adosadas a la pared longitudinal. La mano alzada del inca Atahualpa llegó más arriba de la mitad de las hornacinas y allí fue trazada una línea hasta donde debían llenarse las riquezas que serían el precio de la libertad del monarca.
De acuerdo con algunos cronistas españoles de la época, los conquistadores dividieron las riquezas en cinco partes. Cuatro de ellas fueron repartidas entre los conquistadores y el saldo fue enviado a España. Era el quinto que le correspondía al rey.
Cuentan que los asombrados pobladores de Sevilla vieron desfilar 27 carretas arrastradas por bueyes en dirección a la Casa de Contratación del Rey de España, encargada de hacer un inventario. Así quedó testimonio de que llegaron a manos del monarca”38 tinajas de oro de un peso medio de 60 a 25 libras… dos fuentes de oro que pesaron 17 libras… un ídolo a la manera de hombre que pesa 11 libras… 12 figuras de mujer, un hombre enano, una corona y tres carneros… 600 planchas de oro de tres a cuatro palmas de largo que pesaban 130 quintales…”.
Hay que tener en cuenta que la libra equivale a 45 gramos –casi la mitad de un kilo–, una palma a la mano de un adulto estirada y que el quintal tiene cien kilos de peso.
Es decir que solo en las planchas ¡había 13 000 kilos de oro!
Escenario de una matanza
La plaza de Cajamarca, en una de las ciudades peruanas que no fue fundada por los españoles, era triangular, con dos únicas y estrechas vías de ingreso, rodeada por edificios construidos sobre plataformas, entre ellos el Templo de las serpientes, donde se refugiaron los españoles de Francisco Pizarro que preparaban la emboscada contra el Inca.
San Francisco ilumina la noche
El doctor Fernando Cabieses, autor de Narración de una conquista, describe la forma en que los soldados españoles, menos de 200, pero con estruendosas y letales armas que los nativos no habían visto jamás, tomaron posiciones en los edificios vecinos a la plaza. Los españoles tenían varios cañones bajo el mando de Pedro de Candia, arcabuces, ballestas, caballos y feroces mastines de guerra, también animales desconocidos que según las noticias que habían llegado al inca, eran armas nada comparables con las que tenían los ejércitos del Imperio Inca.
Diez mil nativos muertos
La tarde de aquel sábado, cuando los conquistadores capturaron a Atahualpa, los arcabuces y cargas de caballería hicieron una de las matanzas más horrorosas de la historia universal. Quedaron unos diez mil muertos, dato en el que los historiadores no están de acuerdo, ya que las huestes del inca, integrada por oficiales y soldados de su ejército y habitantes de los pueblos vecinos llenaba casi totalmente la plaza y las calles vecinas desde donde pugnaba por entrar a la plaza.
Cuando el padre Valverde clamó venganza porque Atahualpa lanzó la biblia al suelo, Pizarro, a unos treinta metros de distancia del inca, dio la orden y se desencadenó una tormenta de fuego. Los cañones de Pedro de Candia atronaron el espacio aterrorizando a los nativos, mientras los arcabuceros abrían fuego y las ballestas llovían sobre la multitud matando por igual a capitanes reales, soldados y población civil.
Cuenta Fernando Cabieses que una de las paredes de piedra que rodeaban la plaza fue impactada por un cañonazo y que la presión de la multitud que quería huir a toda costa, causó su caída. Por allí salieron en estampida miles de hombres, mujeres, algunas de las cuales llevaban a niños en brazos, y entonces la caballería entró en acción para asesinar en campo abierto a todos aquellos que encontraran a su paso. Cabieses calcula que allí murieron unas diez mil personas.
Mientras tanto, Pizarro con la espada desenvainada aprovechó el pánico y se acercó a Atahualpa acompañado por varios soldados y tras una corta escaramuza en la que uno de sus soldados pretendió acuchillar al inca y falló hiriendo en cambio a su jefe en una mano, el soberano fue dominado y apresado. La escasa sangre que brotó de la mano de Pizarro fue de la única herida que los españoles sufrieron aquella tarde infernal.
Después vendrían las negociaciones por el rescate de Atahualpa que los españoles no respetarían. Ocho meses y diez días después, el 26 de julio de 1533, enjuiciado por un remedo de tribunal integrado solo por españoles, el último inca del Perú sería ahorcado, y las riquezas del rescate más todas las que fueron producto de saqueos fueron enviadas a España, para dilatar una monarquía sustentada en guerras de conquista que aumentarían la miseria de un mundo que ingresaba en una nueva era a costa de la muerte de otro lejano, desconocido imperio.
Tierra de leche y oro
Cajamarca es la ciudad donde la gente vive metida en el paisaje a cinco minutos de la última calle, y es también la pujante urbe de la sierra norte adonde han apuntado sus intereses transnacionales mineras como Yanacocha, y lecheras como la suiza Nestlé y la arequipeña Gloria, cuyas actividades han provocado un resurgimiento económico que, paradójicamente, ha ahondado las diferencias entre ricos y pobres, entre trabajadores que ganan entre 1,000 y 17 mil soles mensuales cuando están directamente contratados y aquellos que, empleados por services y terceros, deben contentarse con 700 u 800 soles mensuales.
Elegantes restaurantes llenos y hoteles de todo nivel, tienen en sus puertas mujeres y niños que piden una moneda.
Y en este escenario, una señora le dice a un niño que le pide una moneda: “¿Tu mamá no te enseña a trabajar en lugar de estar pidiendo limosna?”, justamente en el día en que los escolares paseaban por las calles cajamarquinas con cartelones y pancartas que decían “¡No al trabajo de los niños!”.
Pero ese es un caso aislado, al que asistí por casualidad.
La verdad generalizada es que la Cajamarca de hoy es una ciudad próspera. Yanacocha ha construido una excelente carretera pavimentada que sirve a quienes quieran usarla.
Más allá de los fines estrictamente mineros de esa vía, el viajero tendrá que contentarse con las trochas que lo llevan a distintos parajes turísticos o distritos campesinos en busca de hacer negocios.
Camiones de dos pisos
Meses atrás, tanto Gloria como Nestlé, comenzaron a emplear camiones cisternas para el recojo de la leche para poner fin a la tradicional usanza de recogerla en porongos que cada pequeño productor coloca al borde de la carretera que colinda con su chacra.
Los campesinos protestaron y reclamaron el regreso de los camiones de plataforma. Y yo, inocentemente, pregunté por qué.
Me dieron su razón:
La señora María Elizabet Villanueva Díaz, viuda, madre de dos jóvenes estudiantes, que tiene una chacrita en San Luis de Polloquito, me contó la razón:
“Vino una empresa de transportes con una combi. Al principio nos entusiasmamos y comenzamos a usarla para nuestros viajes a la ciudad. Pero pronto todo el mudo se cansó. Cobraban tres cincuenta por el pasaje. Reclamamos el regreso de los camiones de la Gloria. Los viajeros van incómodos, pero llegan al mismo sitio por un sol”.
A esos camiones los llaman Cruz del Sur, en alusión a la empresa de ómnibus, porque “tienen dos pisos”, dicen los ingeniosos, “el primero para los porongos y el segundo para los campesinos”.
En efecto, los camiones lecheros llevan pasajeros en su “segundo piso”, a pesar de las recomendaciones y papeletas de la policía.
Desde donde inca miraba
Fundada por los incas en 1370, Cajamarca tiene unos 180 mil habitantes, con una importante proporción de foráneos dedicados al trabajo de las minas y el comercio y ahora es la décima ciudad en importancia comercial y turística del país.
Frente a la misma plaza de Armas, el visitante ya puede comenzar a ver las pocas huellas españolas.
La plaza tiene una fuente de ocho lados de cantería labrada y fue instalada en el mismo sitio a principios del siglo XVIII. Su cuerpo central y la taza están hechos de una sola pieza.
En uno de los costados de la Plaza se alza la catedral, construida con piedra volcánica labrada y al frente, el imponente templo de San Francisco, que posee un museo de arte religioso y donde se puede descender hasta unas catacumbas que guardan los restos de los religiosos muertos durante cuatro siglos y medio.
Además, en el centro mismo, se suman al Cuarto del Rescate el admirable complejo arquitectónico de la iglesia de Belén, que contiene, entre otras herencias castellanas el Hospital de Varones, un amplio recinto de bóveda de cañón, cuya planta forma una cruz, y el Hospital de Mujeres, cuya portada impresiona por su delicadeza y profusión de motivos, y por la extraña presencia de dos esculturas femeninas con cuatro senos.
Y para rematar el paseo, uno puede elevarse 500 metros por sobre la plaza luego de superar unos 300 escalones de piedra, hasta el cerro de Santa Apolonia, convertido en mirador de la ciudad y desde donde puede obtenerse también una magnífica vista de la hermosa campiña que la rodea.
Allí en la colina también hay una capillita blanca dedicada a la Virgen de Fátima y la silla del inca, labrada en piedra de una sola pieza y que todos miran reverentes porque es una de los escasos objetos que los conquistadores respetaron y dejaron en su sitio.
Desde esta altura se comprende cómo y por qué se dice que los cajamarqueses viven y son parte del paisaje de esa tierra, donde los cerros huelen a eucalipto y donde la mano del hombre ha llegado hasta sus cumbres para llenarlas de pinos que son, asimismo, una fuente de belleza y de riqueza.
2 comentarios:
Bueno,, esta muy bonito todo lo que dices de mi Cajamarca Natal.... lo único que no me gusta es que ensalces mucho a la minera Yanacocha, que aunque sí trajo mucho progreso a nuestra ciudad, tambien trajo consigo la contaminación de nuestro aire y agua, esto a su vez trajo enfermedades respiratorias y de la piel de la población, sobretodo de la mas humilde que se encuentra en las zonas rurales del departamento, y que a pesar de sus constantes reclamos, las autoridades se han hecho los de "la vista gorda"; otro punto que no esta bien es el de la carretera hacia la costa, esta destruida asi literalmente destruida, y la Minera Yanacocha es la culpable, ellos no dieron ni un sol para su construcción y menos para su restauración a pesar de ser los únicos culpables por la utilización de la Maquinaria pesada, cualquier visitante que venga hasta Cajamarca vía terrestre podra darme la razon. Espero que a pesar de estas contrariedades sigas difundiendo la belleza de mi Cajamarca a travez de este medio. Gracias por tu atencion,,,, Alejandro
Bueno,, esta muy bonito todo lo que dices de mi Cajamarca Natal.... lo único que no me gusta es que ensalces mucho a la minera Yanacocha, que aunque sí trajo mucho progreso a nuestra ciudad, tambien trajo consigo la contaminación de nuestro aire y agua, esto a su vez trajo enfermedades respiratorias y de la piel de la población, sobretodo de la mas humilde que se encuentra en las zonas rurales del departamento, y que a pesar de sus constantes reclamos, las autoridades se han hecho los de "la vista gorda"; otro punto que no esta bien es el de la carretera hacia la costa, esta destruida asi literalmente destruida, y la Minera Yanacocha es la culpable, ellos no dieron ni un sol para su construcción y menos para su restauración a pesar de ser los únicos culpables por la utilización de la Maquinaria pesada, cualquier visitante que venga hasta Cajamarca vía terrestre podra darme la razon. Espero que a pesar de estas contrariedades sigas difundiendo la belleza de mi Cajamarca a travez de este medio. Gracias por tu atencion,,,, Alejandro
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