Se fue para siempre notable
jurista, literato y periodista
de enorme valor humano
No estuve cerca para darle un adiós
filial a mi amigo Alfredo Cornejo Chávez, jurista que alcanzó el nivel de
magistrado supremo, periodista de ideas recias en el pasado lejano y literato,
muerto el 25 de mayo pasado, cuando me encontraba, en cumplimiento de un
compromiso familiar ineludible, en la ciudad de Görlitz, Alemania.
Alfredo Cornejo Chávez, jurista y literato rebelde |
Sabía que Alfredo se encontraba muy
enfermo y lo llamaba periódicamente para conversar con él del presente y del
pasado, que él, rebelde, criticaba con dureza. Al volver, el 20 de junio, y
enviarle un mensaje de saludo, recibí una respuesta entristecedora. Ya no estaba entre nosotros. Había muerto a los 82 años de edad.
Alfredo ya no se encontraba con nosotros y
habían terminado los sufrimientos de una penosa enfermedad, que me insta, junto
a la difícil resignación, a recordarlo con cariño y admiración.
Recuerdo a Alfredo Cornejo Chávez, mi
amigo, quien vivió en este mundo hasta el 25 de mayo pasado, en las sesiones de
la página editorial del diario El Pueblo de Arequipa, en los años en que este
diario emprendió una tarea de mantener viva su hegemonía frente al desafío que
planteaban las ediciones locales de La Prensa de Lima y otros periódicos capitalinos que
ampliaban sus corresponsalías.
La noticia de su desaparición impactó en Arequipa |
Era 1957 y Alfredo Cornejo, Carlos
Montoya Anguerri, José Antonio Valdez y yo, formábamos el equipo, con la
dirección del activo Luis Durand Florez, decidido a realizar inversiones en
modernizar el periódico y en traer gente que le diera el impulso necesario para
hacer frente a la recia competencia de los diarios limeños.
Por su causa y su temperamento radical,
las sesiones se desarrollaban en un ambiente tormentoso. Una vez criticó al
mismo periódico donde una información convertida en nota editorial “disfraza
una elevación de los precios de la electricidad y la presenta como rebaja
gracias a un juego de palabras”, dijo con firmeza.
Alfredo Cornejo Chávez lo construyó |
Fue jurista de altos valores y promotor,
desde la presidencia de la Corte Superior de Justicia de Arequipa que desempeñó
con acierto, de que esta ciudad posea hoy el palacio de justicia que merece, en
lugar de aquella vieja casona de la calle San Francisco, que parecía un
conventillo que alojaba salas de audiencia, despachos de jueces, archivos y
todos los etcéteras de una desorganización difícil de desenredar y fácil de
entender en un Poder donde siempre falta dinero para transformarse.
Un diario de Arequipa informa que “el 4 de agosto de 1980 se colocó la primera
piedra del actual edificio de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, que ocho
años más tarde se logró inaugurar, por gestiones de (Alfredo) Cornejo Chávez” y
recuerdo su activa carrera judicial.
Portada de un libro polémico |
Porque Alfredo dejó el periodismo a
pesar de su capacidad que lo llevó a la dirección del diario El Pueblo, para
seguir la carrera judicial en un ansia de buscar y encontrar la justicia en
todo su valor humano, algo que refleja en su libro “Los días sufridos” y en
especial en el relato “El juicio”, en que protesta por cómo generalmente se
juzga a los seres humanos “conforme a ley pero no a la justicia”.
En ese libro que guardo celosamente hay
una dedicatoria que me honra y me enorgullece, “Para Luis Eduardo Podestá,
viejo amigo, tan afín en tantos ámbitos”, porque tenía, confesó alguna vez, muy
pocos amigos.
Publicó también un libro de cuentos, “El
juego del diablo”, que parece haber sido su primera incursión literaria que contiene relatos que dejan una huella de amarga complacencia,
porque son textos extraídos de la cruda realidad que a él le llegaba durante su
función de juez penal, según comenté en 2009 cuando lanzó su “Ascenso a la nada”.
Fue un no poeta como gustaba
calificarse pero hizo y publicó poesía y un valioso testimonio de ello es su
libro “Ascenso a la nada”, que abren con ternura varios poemas dedicados a su
hija Patricia desaparecida tempranamente, lo que le causó una enorme pena.
Deja como herencia varios libros sobre
su experiencia de magistrado, “Apuntes para la Historia Judicial” y sus
contemporáneos recuerdan aún el escozor que causó entre sus pares su memorable
discurso al evocarse el Día del Juez que tituló “El Quijote como Juez”.
Entre otros méritos que le fueron reconocidos,
se encuentran la Medalla de Oro de la Ciudad y un premio Copé de literatura.
Con estas breves líneas de las muchas
que merece, quiero rendir un dolorido homenaje póstumo a mi amigo Alfredo –aunque a él
le hubiera disgustado– y a su indeclinable rectitud y sentido de la justicia
más allá de las frías palabras de la ley, y sumarme a la pena que sienten por su
pérdida su esposa Eliana y sus hijos Alfredo, Alejandro, Rafael, Claudia y
Héctor. (Luis Eduardo Podestá).
2 comentarios:
Gracias, Sr. Podestá, por este afectuoso artículo de recuerdo a mi padre. Tenga un gran abrazo. Héctor.
Mi maestro me enseñó cómo debe estudiarse el derecho las tres disciplinas jurídicas esenciales y la gravedad de la realidad que el derecho regula
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